Los esquemas emocionales constituyen una forma de conocer y comprender una situación vivida, en la que una emoción aflora generando una activación concreta y un comportamiento que no siempre es coherente con ésta.
Todas las personas tenemos grabados múltiples esquemas emocionales adquiridos a lo largo de la vida, principalmente en los primeros años. En esta etapa, asociamos experiencias de un componente emocional muy intenso (y su reacción fisiológica) con un significado particular.
El significado dado a esa emoción o el desarrollo de esa experiencia no siempre es el más adecuado. Sin embargo, salvo que este esquema emocional genere algún tipo de conflicto o malestar en nuestra vida, permanece y se activa en situaciones similares a las originales sin que ni siquiera nos percatemos de ello.
- Algunos de estos esquemas emocionales dificultan nuestro bienestar ya que no se da una coherencia entre la conducta y la emoción experimentada.
- La atención a la emoción puede darnos la clave del cambio ya que permite acercarnos al esquema emocional relacionado.
- La lucha interna entre la emoción y el esquema y la aceptación de esa dificultad y malestar permite admitir ese esquema y plantear su reestructuración en los casos necesarios.
Una paciente con fuertes sentimientos de malestar cuando tenía que enfrentarse a situaciones en las que tenía que hacer valer su punto de vista, y con gran ansiedad y rumiación cuando lo conseguía, relataba lo siguiente en una sesión:
…Algunas veces recuerdo la primera bici que tuve. Se trataba de una bici de cross, de las primeras que salieron. A mi me parecía lo más porque era super chula: roja, con ruedas de monte, nueva y sólo para mi.
Poco tiempo me duró la alegría. En aquellos momentos, mi familia tenía un negocio y solíamos guardarla en la trastienda.
Un día, al ir a recogerla ¡oh sorpresa!, la bici había desaparecido.
El negocio en cuestión era únicamente de mis padres y solo una persona ajena a la familia tenía las llaves para dejar mercancía poco antes de la apertura del establecimiento.
Mi disgusto fue mayúsculo y mi enfado también. No solo había perdido algo valioso para mí sino que encima me lo habían quitado de un sitio seguro y de confianza.
- ¡Qué cosas dices!, ¡qué vamos a decir! , ¿qué quieres? ¿qué tengamos un problema con esa persona?
- Pero ama- decía yo – Es que me han quitado la bici y era mía. ¿Por qué no le dices algo?
- ¡Por que no!, ¡y ya vale! Ya tendrás otra.
Sin embargo, la otra bici no llegó.
…
La paciente no recordaba la edad tenía pero sí cómo se sintió. Recordaba su rabia y enfado y también su culpa y el rechazo de sus padres en ese momento por sentirse así, cuando lo normal parecía ser no estar afectada en absoluto. Desde luego algo parecía indicar que esa rabia no era buena ni sana.
De forma bastante simplificada, podríamos decir que un ejemplo de esquema emocional trasmitido en esta relación podría ser el siguiente:
- Enfadarse es malo.
- Defender las cosas propias no es lo adecuado.
-Cuando uno se siente mal tiene que aguantarse o será rechazado.
La rigidez y fortaleza del esquema trasmitido y por tanto instaurado dependerá de:
- La intensidad emocional del suceso
- De la repetición de reacciones o sucesos similares
- De la importancia de la relación con la que se fija (padres, madres y otras figuras de referencia)
- Del momento evolutivo en el que se dan estas experiencias: a menor edad, más fijadas y con más fuerza se mantienen.
La modificación o flexibilización del esquema emocional pasaría por
- Contactar con la sensación experimentada y aceptarla
- Contactar con las situaciones en las que se ha experimentado esa sensación.
- Reestructurar el sentido o interpretación (dependiendo del suceso pueden recuperarse situaciones en las que se expresaron emociones negativas y fueron aceptadas por ejemplo)
Yolanda P. Luna