La epidemia de obesidad y el aumento de los casos de diabetes están haciendo estragos en la salud pública de California, donde el gasto sanitario ha aumentado de forma alarmante. Recientemente se celebró en Washington una cumbre de científicos e investigadores para tratar el asunto de las bebidas carbónicas azucaradas, señaladas como causantes de la tremenda epidemia de obesidad que sufre el Estado .Según revelan numerosos estudios científicos, estas bebidas azucaradas son las culpables del gran aumento de los casos de diabetes. Mediante la elaboración del “Sugar-Sweetened Beverages Safety Warning Bill”, las autoridades sanitarias californianas pretenden combatir esta creciente crisis que alcanza a más del 60 por ciento de los adultos (16.6 millones en total) y casi al 40 por ciento de los niños, quienes sufren de sobrepeso. La obesidad conduce a más casos de diabetes y a otras alteraciones, incluyendo enfermedades del corazón, cáncer y asma. El sobrepeso, la obesidad y el sedentarismo le cuestan a la economía californiana unos $52 mil millones al año en gastos médicos y pérdida de productividad.
Los consumidores tienen el derecho a saber qué riesgos para la salud conlleva el consumo de bebidas carbónicas y otro tipo de bebidas ricas en azúcares añadidos. Los responsables de la salud pública del estado de California han tomado el asunto con la seriedad que se merece y exigen que se inserten advertencias en las botellas, latas y embalajes informando sobre los riesgos que acarrea el consumo de este tipo de bebidas tal y como se hizo con el tabaco. Según el departamento de salud pública de California, “la guerra contra este tipo de bebidas que causan obesidad y graves enfermedades debe llevarse a cabo tal y como se hizo con el tabaquismo: con advertencias en los embalajes e impuestos especiales. ” Se trata de decir la verdad sobre estos productos al consumidor y dejarle decidir.
El texto, votado a finales de mayo de 2014 en el Senado californiano y que sólo espera la firma del Gobernador, convertirá a California en el primer Estado que impone este tipo de advertencias. En la etiqueta obligatoria se leerá “Consumir bebidas con azúcar añadido contribuye a la obesidad, la diabetes y la caries dental”.
Según la representante demócrata en el congreso, Rosa De lauro, “si una botella de bebida carbónica azucarada de dos litros cuesta 99 céntimos y unos arándanos más de 3 dólares significa que algo no va bien”.
Según los expertos, además del exceso de peso y la obesidad, el consumo diario de estas bebidas azucaradas como las carbónicas, las bebidas energéticas y los zumos de frutas con azúcar añadido, son la causa directa de enfermedades graves. Estos azúcares producen un aumento de la grasa en el hígado, lo que conduce a enfermedades metabólicas, diabetes y enfermedades cardiovasculares.
De no cambiar la actual tendencia en el consumo, un 33% de chicos y un 38% de chicas nacidos en 2000, desarrollarán una diabetes o una PRE-diabetes. Las bebidas azucaradas suponen como mínimo el 43% de las 300 calorías adicionales consumidas a diario por los ciudadanos estadounidenses desde 1970. La población latina y africana registra porcentajes del 50% debido a que son las dos comunidades que más bebidas azucaradas consumen.
El consumo de una sola bebida de este tipo al día aumenta un 27% el riesgo de padecer obesidad entre los adultos y un 55% entre los niños. El riesgo de padecer diabetes aumenta un 26% si se consumen entre una y dos bebidas carbónicas. Si el consumo diario de una o dos bebidas se lleva a cabo durante una semana completa, aumenta un 20% el colesterol LDL (colesterol malo) y los niveles de triglicéridos. A los seis meses, el consumo diario de bebidas azucaradas aumenta los depósitos de grasa en el hígado en un 150%.
Los niños que consumen estas bebidas de forma habitual se exponen a un riesgo muy superior de padecer caries dental.
Las asociaciones que combaten este consumo afirman que están ganando la batalla. De hecho, el consumo de bebidas azucaradas ha disminuido claramente desde que alcanzara los máximos históricos en 1998. Así, de los 208 litros anuales que consumía un estadounidense en 1998 se ha pasado a 166 litros, un 17% menos. Este descenso del consumo de bebidas carbónicas azucaradas se ha logrado gracias a numerosas campañas de sensibilización y a un movimiento cada vez más numeroso que demanda la prohibición de estas bebidas en escuelas, hospitales y centros de trabajo.
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