Desde el siglo pasado la música se ha situado en un lugar privilegiado en la vida del ser humano. Tenemos la oportunidad de acceder a cualquier tipo de música desde infinidad de dispositivos. La tecnología avanza a un ritmo vertiginoso y de la mano la música. Primero fue la radio, primer transmisor de música en diferido. El cine dotó a la música de un significado mayor del que tenía al formar parte de un conjunto de imágenes al ritmo de esta y poco a poco la televisión ha ido introduciendo la música como método de reconocimiento de conceptos, tanto publicitarios como de contenidos televisivos. Con la llegada de los smartphones la música ha terminado de instalarse en nuestras vidas para ¿quedarse?
Olvidemos cualquier avance tecnológico y centrémonos en el ser humano. Dos ojos, una nariz, dos oídos, una piel y una lengua. Esos son los instrumentos que, desde la aparición de la persona tal y como la conocemos, utilizamos para percibir la realidad, aunque siempre ha sido la vista el sentido primario. Nada más que hay que observar la temprana aparición de la pintura ya que, junto a la fácil de reproducción, siempre ha servido para estimular el sentido de la vista. Conforme han pasado los años y los siglos ha evolucionado paulatinamente el arte visual, dejando constancia tanto en la danza, pintura, esculturas o arquitectura. El arte como tal nace para gustar a la vista. Observo pues que es el sentido de la vista el primero en desarrollarse para poder comprender nuestra realidad que nos rodea ya que a través de éste reconocemos las formas y junto a lo demás sentidos completamos el significado captando los detalles que nuestra percepción nos permite.
Llegado a este punto me pregunto, ¿está el ser humano preparado para escuchar música a diario?. Es una empresa difícil esta cuestión. A diferencia del arte visual, la música se tenía que escuchar en vivo y en directo. Era intangible y finita. En la edad media no teníamos la oportunidad de ponernos un disco de The Beatles o Mozart. Si se quería disfrutar de la música se tenía que escuchar en directo,es decir, escuchar mientras se reproduce la obra. No existían tanto estímulos auditivos que nos hiciera relacionar el sonido con algunos conceptos por lo que nuestro cerebro, evolutivamente hablando, no se ha preparado para la época que vivimos hoy. Tenemos un ritmo, una melodía y un tono en cada canción. Con la cantidad de música que escuchamos hoy en día estos tres aspectos deberíamos identificarlos como identifica los colores la vista. Es aquí donde llego a la conclusión de que nuestro cerebro no esta capacitado para procesar y entender todo a lo que nuestros oídos llega ya que necesitamos de un estudio previo para poder diferenciar el ritmo, la melodía y el tono.
Entonces, si nuestro cerebro aún no comprende del todo que está pasado por el oído, ¿porqué la música está tan metida en nuestra vida? Pienso que no es más que por temas comerciales ya que se ha utilizado la música como reclamo. Es aquí donde palio toda refutación de que el cerebro no llega a comprender lo que escucha ya que se deja guiar por un estímulo, cual canto de sirena. Cuando el arte visual llegó a su culmen con la llegada del cine, los grandes de este arte vieron la nueva dimensión que podía obtener la música como precursora del subconsciente. Me explico: si tenemos una imagen de un hombre llorando, sin música, el significado lo completamos nosotros. Ahora, si se le añade una música, el significado de la imagen depende de ésta, ya que si se pone una música alegre, dicho hombre puede llorar de alegría y si ponemos una triste, puede llorar de tristeza.
Observamos que la música es un arte aún nuevo que apenas lleva un siglo instalado en nuestra vida diaria y, pienso, que aún queda mucho para que ésta deje de ser un complemento de la percepción de la realidad.