Para los que somos periodistas de vocación, de verdad o por lo menos eso nos creemos todos los cambios que se están produciendo de manera vertiginosa en el campo de la información nos dan dolor de cabeza. No sé si porque tenemos que asumir la necesidad de subirnos al carro de los nuevos tiempos o porque vemos como otros que en principio no son periodistas se suben a él.
Comienza un nuevo curso, que no un nuevo año, y me gustaría que reflexionáramos juntos de esta realidad a la que llevo dando vueltas todo el verano.
El verano, tiempo de relax y de desconexión, entre otras cosas, te ayuda a pensar de manera diferente, a pensar de manera mucho más sosegada en torno a aquellos temas que en el día a día no pensamos, sino que los devoramos.
Lo que pasa en el mundo se sabe porque alguien lo cuenta. Hasta ahora éramos los periodistas. Pero tenemos que reconocer que las fuentes de información que el ciudadano de a pie utiliza para estar al tanto de todo lo que pasa o lo que le pasa han cambiado. Nuevos formatos y nuevas formas de consumo ya no se pueden obviar.
Las redes sociales, indudablemente, ya popularizadas y aceptadas no sé si como medios de comunicación pero sí como fuentes de fuentes de información, se nutren día a día de noticias, hechos, curiosidades trascendentes e intrascendentes, muchas fiables, muchas anónimas, que pasan a nuestro alrededor y no tan alrededor.
Y por eso los profesionales de la información si quieren ser creíbles no deben confundirse con otras mal llamadas fuentes de información, deben cuidar más lo que publican, esmerarse en lo que publican, donde lo publican y cómo lo publican.
En ese sentido quería dejar claro que para mí twitter, por ejemplo, no es una fuente de información sino una fuente de fuentes, una fuente de dónde tirar de diferentes hilos.
La información es algo más. No digo que en 140 caracteres no se pueda informar sino que no todo lo que aparece en twitter se puede resolver en esos 140 caracteres escritos por anónimos populares. La información es contrastar, la información es contextualizar, la información es buscar y profundizar para dar la aproximación más real a la persona que nos lee, nos ve o nos escucha.
La pregunta es si esto nos ha llevado a una crisis en la información o más bien a una crisis en los valores que deben presidir una buena información.
En el ámbito empresarial se dice que una crisis es un acontecimiento inesperado que rompe el normal funcionamiento de una empresa y cuyos efectos negativos escapan a su control. Ante esto, insisto en el ámbito empresarial, se recomienda:
- PREVISIÓN
- TRANSPARENCIA
- RECEPTIVIDAD
- RESPONSABILIDAD
- COLABORACIÓN
Trasladado al campo de la comunicación, yo me pregunto si cuando informamos prevemos las consecuencias que puede tener esa información, realmente informamos con transparencia, con profundidad, pensando en quién voy a informar, por supuesto con la responsabilidad de saber que de lo que informamos podemos tener consecuencias y pidiendo toda la colaboración a nuestro alcance para ser auténticos.
Informar no es un juego de redes sociales. Informar es un derecho fundamental que recoge nuestra Constitución en su artículo 20. Y ser informado la cara opuesta de la moneda, también recogida en la Constitución.
Por eso, os dejo la pregunta, ¿está en crisis la información? O simplemente los que estamos en crisis somos los periodistas.