Revista Salud y Bienestar
La psiquiatría está en crisis. ¿Sólo la psiquiatría? No, ya lo saben. Todo lo está. En medicina más, si cabe.
La pertinencia de esta reflexión estriba en la fragilidad de la salud mental en nuestras sociedades. Nuestro modo de vida no es saludable si atendemos la percepción de salud de las personas y su nivel de ansiedad, tristeza y otros indicadores. Por otro lado los problemas estructurales como la alta tasa de desempleo, la situación de crisis económica y el deterioro de la red relacional de las personas hacen que mucha gente se enfrente con retos mayores a su capacidad de afrontación.
Me gustaría añadir tres puntos:
1. El modelo psiquiátrico imperante basado en el aumento de las etiquetas diagnósticas y en el número de personas tratadas con fármacos no funciona.
2. Las políticas sociales que no protegen a los más vulnerables deterioran la sociedad. A mayores desigualdades sociales más enfermedad mental.
3. El sistema sanitario está colapsando al no adecuarse la inversión con los servicios que supuestamente debe proveer. De este modo no puede dar una respuesta adecuada a las personas con enfermedad mental. No hay recursos para terapias habladas ni para centros de media y larga estancia, ergo el 90% de la respuesta sanitaria a la enfermedad mental es ofertar un catálogo de pastillas variadas.
¿Hay alternativas?
Creo que sí. Pero pasan por una toma de conciencia social de lo que está pasando. No es solo cuestión de recursos. Hace falta responder preguntas incómodas que probablemente nos obliguen a salir de nuestra sala de confort mental.
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