Aram Aharonian – Question Digital
Tardamos unos años para identificar como un cambio de época lo que iba desarrollándose en Sudamérica, en aquel momento con el envión de la locomotora integracionista de Hugo Chávez. Y en pocos años, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Brasil, Argentina, (Paraguay por un instante); cada uno de los países de acuerdo con sus idiosincrasias y modalidades, iba tomando conciencia de ese cambio de época.
No hay un modelo a seguir, pero sí metas comunes. No son meros cambios cosméticos, sino la búsqueda de soluciones conjuntas a problemas comunes. Por ejemplo, Cristina Fernández habla de unidad en la diversidad.
Y mientras aquellos que sueñan con la restauración conservadora, dos situaciones concretas –que no han tenido mayor destaque en la prensa hegemónica- hablan a las claras del cambio de época: el diálogo Celac-China y la próxima cumbre de las Américas en Panamá, con Cuba como invitada (decisión tomada antes del acuerdo entre Washington y La Habana). Todo esto ocurre en lo que hasta hace poco se insistía que era el patio trasero de EEUU.
Pero todas las luces de alarma permanecen encendidas en el norte y en el sur del sur ante los intentos restauradores del viejo orden neoliberal. Las fuerzas más reaccionarias del mundo han intensificado sus campañas para desestabilizar nuevamente en el recién finalizado 2014 a varios gobiernos latinoamericanos –el venezolano en lo social, económico y militar, el argentino en lo financiero, por ejemplo-, en una experiencia que bien puede ser aplicada en cualquier otro país cuyos recursos naturales sean apetecidos por las potencias centrales.
América Latina está en un proceso de reinvención y, además, redefiniendo su inserción en el mundo. Su futuro no está aún definido, en especial porque su visión de sí misma, su destino como territorio y su relación con las grandes potencias, especialmente con Estados Unidos, se está transformando.
En la última década, la región ha obtenido ingresos extraordinarios por la venta dematerias primas, y capitales para la inversión de valores, exacerbados por liquidez abundante provista por los bancos centrales del mundo occidental y tasas de interés históricamente bajas. Pero hoy, ese ciclo apunta a su fin. Por ello, su reinvención implica necesariamente, una redefinición de su inserción en un mundo multipolar, en el que modifique su actual rol de proveedor de materias primas, que lo coloca en una situación frágil y vulnerable, para buscar un tipo de industria con tecnología de punta y el desarrollo de las manufacturas, al tiempo que desarrolla su mercado interno con equidad y justicia.
Mientras que los gobiernos posneoliberales encuentran dificultades para afirmarse en medio de un mundo donde todavía es hegemónico el neoliberalismo, más aun con la prolongada y profunda crisis de los países rectores de ese modelo, Estados Unidos yEuropa occidental.
Pero claramente los gobiernos progresistas latinoamericanos representan lo nuevo, por el empuje de su crecimiento económico y, sobretodo, por su capacidad de para combatir la desigualdad, la pobreza y la miseria que siempre han aquejado a América Latina. Y tampoco podemos olvidar que estos cambios son el resultado directo de movilizaciones populares en contra de la degradación de la vida humana durante las décadas de la hegemonía de políticas neoliberales.
Dos hitos
En un proceso de largo aliento, todo hace prever que China emerja como la primera potencia económica. Quizá pocos tengan más paciencia que los chinos para fortalecer los cambios, con acuerdos entre iguales, de cooperación sur-sur. China ofreció a los países latinoamericanos y caribeños seis mil becas para jóvenes y una ayuda económica de 250 mil millones de dólares, y sumó en la reunión realizada en Beijing una serie de acuerdos bilaterales. ¿Se rompen los lazos de dependencia que tuvieron nuestros países durante tantos años con EE.UU?
Washington creó la Cumbre de las Américas en el marco de la OEA y en Canadá intentó imponer el Área de Libre Comercio de las América (ALCA). En 2005, en Mar del Plata, de la mano de Chávez (el único que se opuso al ALCA en Canadá), Lula da Silva y Néstor Kirchner, le dijeron ALCArajo.
Y desde allí, el fortalecimiento del Mercosur, con el ingreso de Venezuela (y ahora Bolivia), la creación de Unasur y de la Celac, todas instancias de integración sin Estados Unidos. Ahora, la decisión de la mayoría de los países era la de no asistir a Panamá si no invitaban a Cuba, y la pretensión estadounidense de que la cita sirviera para mejorar las relaciones puede convertirse en la exigencia unánime (bueno, claro, siempre hay algún buey corneta) al presidente Obama, de la suspensión del bloqueo.
En América Latina estamos pasando de más de 520 años de resistencia a una etapa de construcción. De construcción de nuevas sociedades, en base a la justicia y laequidad, empoderando a los pobres, es decir, garantizando su acceso a la nutrición,salud, educación, vivienda. ¿Le parece que estamos viviendo en la misma región que hace tres lustros?
Pero, tampoco hay que caer en optimismos desmedidos. Los peligros acechan permanentemente. Los peligros, a su vez, significan nuevos desafíos. Si bien no estamos en la misma región que hace tres lustros, tampoco estamos como en 2006, o en 2010, En la petrolera Venezuela está gobernando un atribulado Nicolás Maduro, que no es Chávez; en Uruguay asumirá un Tabaré Vázquez, conservador frenteamplista; Dilma Roussef debe salir del laberinto en el que parece atrapada, y en Argentina persiste el peligro de un desbarranque tras el segundo gobierno de Cristina Fernández.
Y si quiere, súmele la falta de decisión política para avanzar en una nueva arquitectura financiera en la región y en un proceso de integración no meramente comercial, bombardeado desde el norte pero también desde la llamada Alianza del Pacífico.
Es el cambio de época, lleno de desafíos.
Tomado de Question Digital