Una huella.
Un camino.
La abstracción que te choca en el trozo de vida que ves en un parpadeo;
el rebote que te levanta en el tiempo que dura un amanecer; renacer.
Es el camino que andas mientras miras al suelo, buscando un sentido a ESO, “por qué te mereces ESO”.
Un castigo.
Una enseñanza.
Mirar atrás.
La niebla de la evolución no te deja ver lo lejos que quedó todo ya.
Nunca serás más joven de lo que eres ahora. Y ahora. Y ahora.
Ni tampoco tan maduro. Y ahora. Y ahora.
Puede ser una carta a un corazón inocente, o a un corazón ciego.
Querido corazón de hace diez meses,
no sabes la grandiosidad que te espera. Esto es alucinante. El mundo hoy es simplemente genial.
Te veo en mayo.
La balanza del dolor que te catapulta al éxtasis vital de saber que eres más auténtico que nunca; que el amor propio no es ego; o sí, qué coño. Yo sé quién soy y cuánto brillo, por qué no decírselo al mundo.
Encontrarse a sí mismo debería ser catalogado como la novena maravilla del mundo, porque la octava somos cada uno de nosotros mismos en nuestra íntima unidad.
Una parte más del mundo; ser el mundo en sí mismo, nuestro propio mundo, el centro del mundo.
EGO-CENTRISMO.
Ver que sin uno mismo, nada de esto tiene sentido; placer divino.
EGO-ÉXTASIS
EGO-ORGASMO
EGO-CENTRISMO
Darte la vuelta de nuevo; mirar al frente y no lograr divisar el límite de todo; de nada.
Porque no tenemos límites, solo trabas. Y qué. Se saltan y ya está.
No hay dolor.
No hay lástima.
No hay compasión.
Hay uno, grande y libre.
Hay un yo.
Hay una vida.
Solo una.
Hay una persona.
Solo una.
Hay yo.