Revista Libros
En esta red de reseñas literarias amateurs, muchos lectores tienen la costumbre de terminar sus comentarios con frases tan rotundas como tópicas que pretenden sentenciar su valoración de la obra. Es habitual leer, por ejemplo, «Devoré el libro en dos días, con esto te lo digo todo», o «Lo leí hace dos meses y ya no recuerdo nada, así que está todo dicho». Se supone que leer un libro con rapidez significa que es bueno, que posee recursos para mantener nuestra atención. Se supone que olvidar un libro poco después de leerlo significa que es tan malo que no nos ha provocado ningún interés. Sin embargo, estas deducciones solo son eso, suposiciones, y el abanico de interpretaciones posibles no acaba ahí.Leer un libro con rapidez también se puede entender como que se trata de una novela ligera y superficial, sin nada en lo que profundizar, o que teníamos mucho tiempo libre cuando la leímos. Del mismo modo, olvidar un libro poco después de leerlo se puede interpretar como que no lo entendimos, que se nos pasó algo importante por alto o que, simplemente, tenemos mala memoria. Esos rotundos «con esto te lo digo todo» y «está todo dicho», junto con sus correspondientes sinónimos, en realidad tienen bien poco de contundentes y no son más que lugares comunes que dicen más de las dificultades del reseñador para exponer argumentos sólidos que de los aciertos o errores del libro al que se refieren.Porque, en efecto, si alguien comenta que «ya no recuerda nada» de, atención, nuestro libro favorito, y añade que con eso «está todo dicho», pensaremos que no lo leyó con suficiente cuidado o que tiene un bagaje lector muy diferente al nuestro. Bajo ningún concepto creeremos que sea un mal libro, porque lo hemos leído y no estamos de acuerdo con esa apreciación. Además, y este es el verdadero problema, ese lector no ha aportado ningún argumento que enriquezca nuestra visión de la obra, que permita discutir basándonos en algo más razonado que el hecho de acordarse o no del libro, de leerlo con avidez o no, de que nos «deje fríos» o no. Esta desconfianza hacia los clichés empleados en las reseñas se debería expandir a aquellas dedicadas a publicaciones que no conocemos; una reseña pobre en argumentos no debería provocar jamás comentarios como «Lo tendré en cuenta», ya que no se ha dicho nada que se deba tener en cuenta.Un truco para evitar caer en estas expresiones consiste en imaginar que nos lee un desconocido, alguien que no sabe nada de nosotros ni de lo que solemos leer. Este lector no tiene por qué hacer la deducción correcta cuando se encuentre con un concluyente «está todo dicho», y por eso mismo debemos esmerarnos más para hacernos entender. En lugar de utilizar frases tópicas, mejor que expliquemos por qué ese libro nos gustó tanto como para leerlo en dos días, qué recursos utiliza, por qué ese otro nos pareció malo, etc. No podemos esperar que solo nos lean quienes conocen nuestra trayectoria, los que nos entienden incluso cuando nos expresamos mal. Ese lector desconocido existe, porque la red es un espacio abierto y, si queremos comunicar un mensaje, no se puede dar nada por sentado.