La vida es un flujo, una función que pasa por diferentes estados y muchos de ellos son cíclicos. Afirman que la capacidad de ser feliz y disfrutar es adaptarse a los momentos que te toca vivir, gestionar los beneficios y prejuicios que te presenta la realidad. Como decía mi amiga Rosveisa, no es tanto preocuparse porque llueve sino aprender a bailar bajo la lluvia.
Este flujo vital, con sus días, noches, estaciones, etc... ha perdido parte de sus sentido en nuestros días. Ahora queremos comer tomate todo el año aunque no sea la estación adecuada y optamos por consumirlos aunque vengan importados del otro lado del mundo y su sabor sea el característico del corcho. Queremos ir a la playa en invierno y nos enlatamos en un avión para irnos a diez mil kilómetros y dar rienda suelta a nuestra necesidad de que nos llene de area un niño jugando a la pelota.
Está claro que hemos perdido nuestra sincronía con los flujos de la vida, nos despertamos cuando todavía no han puesto las calles y nos vamos a dormir a unas horas en que los vampiros ya han desayunado. Un ejemplo dramático de esa realidad lo tenemos en como se distribuyen las horas de televisión, donde el prime time está más cerca de las once de la noche que de las ocho, una hora más racional para mantener cierta coherencia. Ocurre lo mismo con las comidas, en vez las doce o la una, que sería el momento de alimentarse como dios manda, en este país tenemos marcada como la hora mágica lasy eso sobre el papel porque hay bastantes que no empiezan a sentarse en la mesa hasta las cuatro de la tarde. El resultado es que vivimos todos fuera de onda y alineados de lo que sería un horario más racional.
Curiosamente, a medida que luchamos por no seguir los ritmos de la naturaleza a nivel de negocio imponemos criterios arbitrarios para las necesidades no puntuales y, como siempre, para maximizar los beneficios.
Como dije en otro post, buscaba una agenda de papel para usar el lápiz a la hora de escribir y después de pasarme por todas la papelerías del barrio la conclusión es que no tenían, que es un producto de fin de año. Quizás sea yo, pero aceptando que la mayor parte de las ventas coincida con la llegada de Papa Noel, siempre hay despistados que necesitan cosas fuera de la temporada definida por los de marketing. Al final no he podido hacerme con ninguna agenda pero he conseguido que me regalen una persona que no la usaba, pero se me ha quedado esta pregunta en la cabeza ¿Porque nos empeñamos en no seguir los ritmos que existen e intentamos imponer ritmos artificiales?
Creo que todos conocéis Inditex y su estrategia orientada a crear la sensación de temporalidad y escasez para incrementar las ventas.Usando esta aproximación consiguen incrementar las ventas en base a que los clientes saben que a pesar de que podrían fabricar más no lo harán y aunque no necesiten la ropa, prefieren comprarla que dejar pasar la ocasión. Esta política, que navega por las aguas grises de la ética, no solo la tiene el señor Amancio Ortega, sino que casi cualquier empresa con cierto número de personas la implementa sin ni siquiera pestañear.
Soy consciente de que no soy el mas listo del planeta, ni siquiera el más listo de mi escalera, y estoy convencido de que no soy el primero que se da cuenta de esta táctica y estoy convencido de que muchos economistas lo habrán estudiado con sesudos análisis aplicando nombres pintorescos a los conceptos para que suenen todavía más importante. Si la memoria no me miente, creo que le llaman demanda elástica y demanda rígida. Cuando es elástica pueden hacer prácticamente lo que quieran porque la demanda siempre se va a adaptar a lo que le ofrezcan, pero cuando es rígida no hay mucho margen para trabajar y lo importante no es tanto los precios sino el colocar el producto más rápido que el competidor ya que hay un tope para la cantidad de dinero que los clientes se pueden dejar.
Claro que también puede ser que todo esto que acabo de decir sea una absoluta parida y ni los economistas lo han estudiado y lo de la demanda elástica sea algo que haya leído en alguna novela de Stephen King.
En todo caso, y a pesar de ser una buena estrategia el temporizar el producto para incrementar ventas, lo que me parece fuera de toda lógica es el concepto ético de forzarlo. Entiendo que es bueno para los negocios, ¿pero bueno para las personas?, ¿bueno para la humanidad? Hay espacio para todo, y dónde si es importante la temporalidad es dónde hemos de intentar seguirla.
Os pongo un dato, todas las fiestas que conocemos y disfrutamos -o casi todas- están basadas en fiestas paganas que venían a celebrar ciclos de la naturaleza: el verano, el solsticio, etc... y si bien el argumento de que si nuestros abuelos lo hacían debía ser bueno no resiste un análisis lógico, si es cierto que cambiar por cambiar tampoco tiene la más mínima base.
Resumiendo, ya tengo agenda y este será el segundo post que escribo con papel y bolígrafo.