Revista Opinión

Estado: En manos del alfarero

Publicado el 13 noviembre 2019 por Carlosgu82

No presumía de tener un buen hogar, pues la verdad no lo era, más la idea de que caminar con Dios, haría de mi matrimonio exitoso pero… aquí nuevamente me encuentro con el corazón roto, pero en manos del alfarero!

Parte 1 – El antes

“Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”. (Mateo 9:35-38)

Antes de conocer a Jesús, mi hogar era desastroso: infidelidad, maltrato psicológico y físico, malos hábitos traídos de vivir una juventud desenfrenada y la negación a dejar el machismo y el libertinaje, fueron algunas de las causas de un rompimiento prematuro antes de cumplir el año de convivencia.

El detonante fue la infidelidad, confirmada o no partió mi relación en dos. Lógico, después de sentirme burlada y decepcionada pero sin ningún tipo de compromiso que me atara a ese hombre, decidí apartarme y volver a empezar.

Pasando unos meses lo que pensé que iba a pasar a ser un asunto olvidado, no fue así, pues un movimiento preciso como el compromiso sincero, al menos de mi parte, hizo renacer las cenizas nuevamente de esta relación.

Las expectativas al principio fueron acertadas. Ya era un compromiso de 3 no de 2 personas carnales. Las agresiones se acabaron, todo lo que implicaba a caer en tentaciones como las fiestas, el alcohol, las llegadas tardes, las salidas con amigos que no fueran creyentes se acabaron… todo era maravilloso, no podía irnos mejor. Sin embargo a pesar de habernos comprometido con el trabajo de la iglesia para ocupar el tiempo libre, para conocer más a Dios, para estar más fortalecidos ante las tentaciones sirvió un tiempo. Gracias a la fidelidad del Señor, muchos a quienes le predicábamos del Señor, llegaban a sus pies, era hermoso sentirse usado para la gloria del Señor.

Próximamente…

Parte 2: Una falsa entrega.


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