Revista Filosofía

Estado, investigación y mercado.

Por Anveger

La innovación es la fuente principal del desarrollo económico. Nadie se atreve a poner en duda tal cuestión. La riqueza de un país, el PIB per cápita, puede variar por dos causas: porque más gente se dedique a trabajar, o porque la gente que trabaja rinda más en su producción, o una combinación de ambos factores.

Estado, investigación y mercado.

El fuerte crecimiento económico que ha experimentado España en el lapso 1960-2010 se explica por el aumento de la productividad del trabajo. Es decir, hoy, a pesar de la recesión, un trabajador produce que lo que producían diez en 1960. Y eso significa mayor cantidad de bienes y servicios para cada persona.

Cuando se incrementa la innovación, cuando se inventan nuevos procesos de producción, nuevas máquinas, nuevos servicios, nuevas técnicas, aumenta la productividad. Y cuando aumenta la productividad, crecen los beneficios de las empresas, el salario del trabajador (porque aporta más a la sociedad) y bajan los precios de los productos (con lo que la gente se enriquece paulatinamente).

Además, cuando aumenta la productividad, las empresas están también dispuestas a contratar a más trabajadores, porque estos son más productivos. Es decir, si aumenta la productividad (que es un factor del aumento del PIB per cápita o riqueza de un país), eso hace que aumente el empleo (que es el segundo factor del aumento del PIB per cápita). La productividad es la clave. Como dice Paul Krugman –que no es santo de mi devoción–: “A corto plazo, la productividad no significa nada, pero a largo plazo lo significa todo”. De hecho, se puede demostrar que la causa fundamental que desencadenó la caída de la URSS fue la falta de productividad.

Ahora bien. ¿De donde viene la innovación, qué provoca ese incremento de la productividad? ¿Hay que gastar más y más en desarrollo e innovación, para que seamos más ricos? Todos los estudios demuestran, que no importa en absoluto cuánto se gaste o invierta en I+D+i (Investigación, desarrollo e innovación), sino que la clave es cómo se invierte. Sobre esta cuestión nos centraremos en todo este artículo

El modelo durante muchos años –y en especial en período bélico– era el que los Estados se encargaran de la innovación del país. La innovación tenía un problema –se argumentaba entonces– y es que los beneficios sociales de la innovación son enormes (como hemos visto antes), mientras que los beneficios privados para las empresas que innovan no son tan elevados. Es decir, existe una externalidad positiva. Si una empresa desarrolla un producto revolucionario como, por ejemplo, el teletransporte, rápidamente bajarán todos los costes de producción (yo no habrá que utilizar el transporte), la gente tendrá más dinero para gastar en otros servicios, aumentará la productividad y se cobrará más, las empresas tendrán más beneficios. Además otras empresas comenzarán a copiar el invento, y se expandirá el teletransporte por toda la humanidad. Esto es lo que se denominan los spillover effects o efectos indirectos sobre la sociedad de una innovación privada.

Entonces –se sigue argumentando– las empresas no tendrán los incentivos para invertir lo suficiente. Es tan buena la innovación para la sociedad, que las empresas privadas tendrían que invertir más del doble de lo que están incentivadas por sus beneficios para invertir. Por tanto, el Estado tendrá que asumir y suministrar el servicio de la innovación a la sociedad.

En mi opinión, que el mercado genere más beneficios de los que percibe, debería ser considerado como positivo en lugar de negativo, y las copias de productos, aunque perjudiquen al creativo que los diseño, favorecen la expansión de la prosperidad, tal y como creía Schumpeter.

Sin embargo, desde la década de los sesenta, el gasto en innovación ha empezado a caer paulatinamente; “public spending is in a secular decline” dice The Economist. Las empresas privadas, desde esa época, han empezado cada vez a gastar más, sobre todo en EE.UU y UK. Se está produciendo un detrimento del suministro de innovación pública y un incremento en la innovación privada.  Y tal cambio ha sido un éxito; es más, en este artículo, veremos por qué el Estado nunca podrá generar los incrementos de productividad que genera el mercado, por mucho que gaste en innovación.

Los factores que hacen innovadora a una empresa son muchos: talento, conocimiento del cliente, capacidades para poner en práctica los objetivos empresariales, estrategia de negocio, etc. Pero fundamentalmente destaca una, que explica la mayor parte de la capacidad de innovación de una empresa: la cultura corporativa, es decir, la intuición empresarial de la empresa.

Este es el factor importante, y no lo que se gaste en innovación. Todos los informes concluyen en que no hay relación estadística entre el gasto en innovación y el rendimiento de la misma. Apple, por ejemplo, gasta bastante poco en innovación; mientras que las farmacéuticas son las que más lo hacen, y las que menos rendimientos obtienen. En definitiva, lo que importa es la estrategia de la innovación, el cómo el innova.

Aquí vemos en esta tabla las diez empresas más innovadoras, su gasto en miles de dólares y el ranking que ocupan las diez en gastos de innovación. Para Facebook no tengo datos oficiales, pero sabemos que gasta muy poco en innovación: noticia aquí

Las diez empresas más innovadoras

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Y en este siguiente gráfico observamos que no existe ninguna correlación entre cantidad gastada en innovación e innovación producida. E incluso se parece percibir que las empresas más innovadoras gastan menos e innovación.

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Un informe elaborado el año pasado por Booz&Co, Why Culture is Key, llega a la conclusión de que aquellas empresas que están totalmente orientadas a la innovación, que todos y cada uno de sus empleados están involucrados en cómo innovar, tienen un 30% de más valor en el mercado y un 17% de más beneficios.

A su vez, las empresas que están totalmente enfocadas en la innovación, pueden dividirse en tres: buscadoras de necesidades (Need seekers), lectoras del mercado (Market readers) y líderes de tecnología (Tecnology drivers).

Los buscadores de necesidades están concentrados en buscar aquello que todavía no está satisfecho, o mal satisfecho, aquellas necesidades latentes, mientras que los lectores del mercado satisfacen las necesidades que el mercado reclama activamente, y los líderes de tecnología se centran fundamentalmente en satisfacer necesidades ya satisfechas, pero a costes más bajos. Los buscadores de necesidades son los que más orientación a la innovación presentan y más beneficios obtienen.

Fred Palensky, presidente de innovación de la empresa 3M, se expresa de la siguiente forma:

Nuestro objetivo es incluir la voz del cliente en el nivel básico de la investigación y a través del ciclo de desarrollo del producto, para ver cómo las tecnologías funcionan en las diferentes condiciones del mercado. Lo llamamos innovación inspirada en el consumidor, encontrar sus necesidades articuladas e inarticuladas, y luego ver la capacidad que tiene 3M de resolver los problemas del consumidor, de forma única y sostenible.

Es claro que, cuanto mayor sea una empresa, menos rendimiento ofrecerá su innovación, ya que más alejada estará del consumidor, y más desconocerá las necesidades del mismo. Todos los verdaderos monopolios han desaparecido tarde o temprano. IBM el gran monopolio de la informática, y muy cercano al gobierno federal de EE.UU., concentraba la distribución de la informática, los sistemas operativos, las aplicaciones, los componentes y los microprocesadores. Poco a poco fue perdiendo mercado. Intel era más eficiente en microprocesadores, y le arrebató parte el negocio. Microsoft hizo lo mismo en el mercado de los sistemas operativos.

Como afirmó ya el austríaco Von Mises: “La posibilidad de organizar eficientemente una empresa se encuentra inexorablemente limitada por el tamaño de la misma”. Por esta razón, han surgido iniciativas como las de intrapreneurship en las grandes empresas, que tratan de dividir la empresa en varias subempresas, con competencia entre ellas. Imaginemos cuántos problemas tendrá un Estado –la quintaesencia del monopolio–  para conocer las verdaderas necesidades –articuladas e inarticuladas– de los consumidores.

La empresa Nokia, la gigante de los teléfonos móviles, este año ha entrado en pérdidas de casi 1000 millones de euros, al tiempo que esta era la empresa que más inversión dedicaba a la innovación, como podemos observar en el siguiente gráfico. Sin duda, le ha faltado visión, foco, y rapidez en el mercado. Ha pasado de tener un valor de sesenta euros por acción, a los dos dólares por acción actuales. Para el que esté interesado en un análisis más exahustivo del problema de Nokia: clik aquí y aquí.

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En definitiva, en el mercado las empresas establecen fuertes estrategias de marketing para saber qué es lo que los consumidores quieren comprar, y posteriormente se dedican a producirlo. Aquella que falle en su cometido tendrá pérdidas y se verá abocada a una disyuntiva feroz: o cambiar de estrategia o liquidar el negocio. A más cercanía con el consumidor, más conocimiento de sus necesidades, y mayores beneficios. Por tanto, el Estado es el menos recomendado para invertir en I+D+i, e incluso los grandes proyectos de inversión de investigación por parte del Estado causan más perjuicios que beneficios, ya que puede darse el caso de que el gran cantidad de dinero gastado, genere muy pocos beneficios para la sociedad, tratándose de un desperdicio. Por ejemplo, en España tenemos ejemplos como el del AVE, o de los aeropuertos, que son ultradeficitarios.

Este análisis es el mismo que se tendría que hacer de la URSS. La URSS gastaba enormes cantidades en inversión y en industria. No en vano se convirtió en la primera potencia industrial en muy poco tiempo. Pero esta innovación no era la demandada por el mercado, por lo que no era rentable. Los ciudadanos soviéticos reclamaban mejoras alimentarias, en lugar de sondas espaciales como la Sputnik.

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