Abundan estos días los análisis y comentarios sobre el nuevo califato que ha surgido en amplios territorios de Irak y Siria. El tema es de la máxima actualidad; pero no es nuevo. La región vive décadas sumida en tensiones políticas y religiosas.
De todo lo que se puede leer o ver en los informativos, resalta la información relativa a la brutalidad de los yihadistas que se han levantado en armas contra Occidente. Se trata de actos sangrientos, muy bien publicitados por los estrategas del EI (Estado Islámico).
Estados Unidos ha iniciado una operación de castigo y desgaste; pero saben que si no hay tropas en tierra los bombardeos selectivos no detendrán la expansión yihadista. Europa apoya a USA sin involucrarse demasiado. Es la historia de siempre.
No soy especialista en geoestrategia, y tampoco soy político. Pero conozco el mundo árabe. Y algo sé sobre el Islam.
El Estado Islámico -en mi opinión- representa algo más que un grupo terrorista. Disponen de infraestructura civil y militar construida durante los últimos diez años, cuentan con financiación internacional, se nutren de combatientes llegados de numerosos países, gozan de simpatías en determinados ámbitos de la intelectualidad islámica, se asientan sobre un ideario basado en la crítica feroz al estilo de vida occidental, el modernismo, la ciencia y la democracia, desarrollan una administración y burocracia estatales, y cumplen a rajatabla con los principios sobre los que se sustenta un Califato. Son, en definitiva, nos guste o no, un Estado. Ilegal, sí. Basado en el terror, sí; pero Estado.
Por tanto, tratar este Califato como a un grupo de energúmenos terroristas es de una simplicidad que me asusta.
Cabría entonces hacer diferentes consideraciones:
1ª. ¿Cómo las potencias occidentales, con USA a la cabeza, han permitido el crecimiento de las fuerzas que hoy componen el Estado Islámico? Es imposible que no se supiera, toda vez que sus líderes no han permanecido siempre ocultos. La retirada de las tropas norteamericanas ordenada por Obama se ha demostrado como un grave error estratégico.
2ª. ¿De dónde sale el dinero para financiar al nuevo Califato? Está claro que una parte puede venir del petróleo, también del narcotráfico y contrabando; pero esto no es suficiente. Hay financiación exterior. Se ha apuntado a Qatar, a Arabia Saudí y otros Estados islámicos. No es probable. Puede que algunos ciudadanos ricos de esos países envíen dinero pero serían envíos puntuales, y tampoco serviría para financiar todos los recursos que poseen, incluyendo la adquisición de armas y tecnología militar avanzada
3ª. El Califato tiene -como he dicho- cientos de miles de seguidores en el mundo entero: musulmanes conversos, musulmanes de nacimiento, nihilistas, gente con ganas de propagar el terror sin más, gente que odia a sus propios países. El Califato y su puesta en escena resulta atractivo, recuerda a videojuegos de moda y a películas de acción. Sus acciones llegan a un público acostumbrado a la violencia. Además se aprovecha el periodo estival para la ofensiva, tiempo de vacación y ociosidad. Así, podemos hablar de una "fuerza internacional" que no deja de crecer.
4ª. El Califato se levanta sobre principios islámicos; pero resulta evidente que no es el Islam lo que propugna. El Islam es una religión de paz, como ya comentaré y argumentaré en otro momento; sin embargo el Califato recoge una visión distorsionada y anclada en el siglo VII de nuestra era. Sus líderes se presentan como regeneradores y salvadores de la Humanidad, empezando por la regeneración y la conducción al "camino recto" de aquellos musulmanes que -en su opinión- se han desviado. Por esta razón sus proclamas amenazan a los países islámicos empeñados en asumir un cambio cultural basado en la modernidad y los derechos humanos.
Por todo ello, ¿qué pretende realmente este Califato? ¿Cuáles son sus verdaderos objetivos?
En mi opinión no se trata de una guerra contra Occidente, sino de una guerra contra el Islam. El Estado Islámico busca precisamente acabar con el Islam, y esto se realiza con una estrategia hábilmente presentada que tiene su asiento sobre la guerra eterna entre religiones. En concreto, sobre la forma más agresiva de sionismo internacional. Entiendo que el Estado Islámico, bajo la cobertura de un Califato, no es más que una extensión del sionismo por controlar el Medio Oriente y el Magreb, una operación a largo plazo que tiene dos focos de interés:
1º. Atacar al Islam desde planteamientos integristas e involucionistas (wahabismo y terrorismo).
2º. Adaptar el Islam a una forma postmoderna de entender la religión, realizando cambios estructurales y añadiendo diferentes soportes cultuales, como los que se propagan en determinados grupos neo sufíes cercanos a la Nueva Era.
Por supuesto esta estrategia es a muy largo plazo y tendrá consecuencias, ya las tiene: radicalización, enfrentamientos, confusión, etc. En definitiva, se trata de una forma más de propagar el mal. El Estado Islámico es una pata más de ese mal que aglutina lo peor de la especie humana.