Revista Religión

Estado laico e iglesia

Por Biologiayantropologia

ESTADO LAICO E IGLESIA
Publicado en Levante 24 de abril de 2013
Hace unos días, escribía en esta misma sección mi admirado Joaquín Rábago, que se caracteriza por su seny a la hora de escribir sus comentarios en Levante-emv. El título de su último artículo es “Iglesia y Estado laico”. He querido titular el mío de modo  especular al de Joaquín. Como en un espejo, la derecha aparece como izquierda y al revés.
Afirma que en el foro público hay que actuar etsi Deus non daretur, según la conocida afirmación de Hugo Grocio, como si Dios no existiera. Mi pregunta es ¿por qué hay que actuar así? También podría ser al revés: etsi Deus daretur. Es más, nos conviene que así sea, porque si Dios no existe, no pasaría nada; pero si existe, nos vamos a llevar una buena sorpresa. Además principiar de este modo es una cuestión libre, que no se puede imponer.
Argumenta que en un estado laico no ha lugar para lo religioso: claro, el Estado no puede ser religioso ni no religioso. El Estado es un ente. Los que tienen convicciones religiosas son las personas. Y a estas no se les puede pedir que se presenten como si no tuvieran convicciones, entre otras cosas porque las tienen. Es sencillo de entender. La argumentación se falsea cuando se indica que los que creemos no podemos inmiscuirnos en el debate público, precisamente por nuestras creencias. Falso. Todos tenemos creencias, en un sentido o en otro; y además, ¿No sería imposición y discriminatorio  hacer que los que piensan de otra manera no expongan sus puntos de vista? Si a lo que se refiere es a que en el debate público no hay que ser “confesionales”, estoy de acuerdo. Pero esto sirve tanto para unos como para otros: no son, no pueden ser, unidireccionales, en el sentido de que unos impongan su visión del mundo (teista o atea) a los otros. Y aquí le doy la razón a Joaquín: en el debate público hay que argumentar con la razón, que debe ser consciente, eso sí, de sus límites.
Y un apunte final. La conciencia no es una cuestión de los católicos. Afecta a todo bicho viviente que tenga dos dedos de razón y medio de corazón. A nadie se le ocurrirá decir que los recientes sucesos de Boston son cosas de creyentes, porque digan que matar es pecado. No es el pecado, sino la conciencia: esa que indica a todos y a cada uno lo que ha hecho mal o bien. La que hay que quebrantar para llevarse el dinero de los pequeños y sufridos ahorradores, con el engaño de las preferentes, porque se trataba de inflarse a comisiones.

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