Revista Opinión

Estado Y Gobierno

Publicado el 16 enero 2019 por Carlosgu82

Los fines del Estado, es decir, garantizar la seguridad y los derechos fundamentales, el orden y la justicia, se realizan con los medios que tiene el Gobierno que son la fuerza, el poder político y la autoridad. Por eso, cuando el Gobierno abusa de la fuerza sustituyendo el Orden por represión, origina los gobiernos de facto, y arrasa con los derechos fundamentales de las personas. La fuerza es un instrumento que tiene cada Gobierno, pero hay que saber usarla para lograr la seguridad ciudadana, porque de lo contrario, las Fuerzas Armadas, la Policía, y el Sistema Penitenciario, dejan de estar institucionalizados para enmarcarse en el brazo ejecutor de las tiranías y no estar al servicio de los civiles.
El Poder se constituye con el consentimiento que da el ciudadano a través de su voto, que está garantizado por la ley electoral, el otro extremo constituye la utilización de la fuerza.
El peligro del poder político, está en una abusiva utilización de la fuerza fuera del marco de la ley. Así el poder, una vez adquirido, puede transformarse en un abuso en manos de un grupo o de una persona.
El gobierno, mediante el consejo de ministros, se encarga de la administración del Estado, originando lo que se denomina administración pública, constituida por una burocracia profesional. Pero esta administración pública, cuando se halla ligada o depende del poder político, pierde su profesionalidad, su eficiencia, su imparcialidad y su transparencia, y pasa a ser manipulada por los partidos políticos que están ejerciendo el poder. El ideal sería lograr una administración pública independiente del poder político. Pero eso no interesa a los negocios de poder político.
Hoy reaccionamos contra el abuso del poder, y lo hacemos pidiendo un acceso a la toma de decisiones, para revocar el mandado de sus representantes, exigimos una lucha efectiva contra la corrupción, demandamos una cierta ética. Pero, ¿qué conseguimos? Nada.
Si todo esto va de velar por los intereses del verdadero protagonista de toda sociedad, el ciudadano, ¿por qué la relación Sociedad, Estado y Gobierno no prospera en la dirección adecuada? Quizás, porque toda conducta social, toda organización social y todas las instituciones sociales son producto de una utopía hermosa, pero nada práctica a los designios e intereses de una clase política endiosada.
La política debería ser el más noble ejercicio de todos los ciudadanos de una comunidad, de un Estado y del mundo. Sin embargo, las formas de entenderla han ocupado desde siglos, diversas valoraciones y apreciaciones. Y ninguna demasiado halagüeña. Según Bobbio, se puede observar que son posibles tres posiciones:
a) Todas las formas existentes son buenas.
b) Todas las formas son malas.
c) Entre las formas de gobierno algunas son buenas y otras son malas.
No hace falta mucho rigor científico para adelantar esto, ciertamente, es de perogrullo, pensarán, y es verdad.
En términos generales podemos afirmar que la primera posición es la de una filosofía historicista, según la cual cada forma de gobierno es adecuada para la situación histórica concreta que la ha producido; aquello de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Para la segunda posición podemos tomar a Platón como ejemplo, según el cual, todas las formas de gobierno reales son malas, ya que son una degeneración de la única forma óptima, la ideal. Y la tercera posición es la más frecuente; tomemos ahora las palabras de Aristóteles, donde dice que las diferencias son el modo y el grado en que usan la fuerza contra las demás organizaciones políticas. Diferencias que determinan la conformación y el destino específicos de las comunidades políticas. Algunas se caracterizan por no luchar por la expansión de su poderío y otras por hacerlo.


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