Todo parecía tan puro, tan sincero, tan juvenil, tan utópico, que la mayoría de los ciudadanos quedaron prendidos de los jóvenes acampados en la Puerta del Sol de Madrid. Incluso algunos se cuestionaron: ¿Será una estafa? El país ha vivido con esperanza estos días. El domingo, antes de ir a votar, adquirí los periódicos y leí los titulares de primera. El movimiento de los jóvenes, las proclamas, lo espontáneo se venían gestando desde hacía tres meses. Es más, habían dado a conocer una página titulada “Plataforma de coordinación de grupos pro-movilización ciudadana”.
El viernes 13 de mayo, el sábado 14 y el domingo 15, una procesionaria de jóvenes y mayores aparecían por todas las entradas de la Puerta del Sol de Madrid. Muy pronto, jóvenes de las comunidades autónomas hacían concentraciones miméticas en Barcelona, Valencia, Sevilla, Bilbao y en la principales ciudades de las comunidades regionales. Los mayores estaban encantados y muchos iban a abrazar y a felicitar a los jóvenes. Por primera vez, la juventud asumía con responsabilidad el derecho y el deber de colaborar con la “cosa pública.”
Hubo algunos nubarrones, porque nos habían asegurado que la movilización y el movimiento autogestionario no tenían ningún color. Es más, decían que, como no cabían en el Parlamento, se podían reunir en las grandes plazas de España para hacer una democracia directa. Pero he aquí que el gobierno aparece generosamente con las manos abiertas a unos jóvenes que, aparentemente, se saltaban a piola las reglas del juego. Incluso los grupos de siempre quisieron aprovechar la ocasión, para sacar sus símbolos, celebrar el botellón y emporretarse.
Afortunadamente, los organizadores estuvieron “al loro” y cortaron todo oportunismo político, la borrachera sabática y el negocio de los narcos. Los jóvenes aseguraron que no querían partitocracia, que el alcohol y las pastillas no estaban invitados y que sólo querían “Democracia Real Ya”. Algunos comenzaron a sospechar que estaban excluyendo a los de siempre, tal como lo venía haciendo desde el acuerdo de la izquierda. Ese radical bipartidismo es el que los jóvenes aseguraban que querían evitar. Los partidos excluyentes son absolutistas, totalitarios y quieren empujar a los otros al mar.
La noche del domingo pudimos constatar que el pueblo había cumplido sus deberes democráticos con madurez y libertad. Incluso habían estado a la altura de las circunstancias con bastante más sabiduría que los mismos políticos y los jóvenes reunidos en acampada. Y pedimos a los políticos y a los banqueros que, por favor, se apeen de una vez del nimbo en el que viven y dejen de estafarnos. Y, a los jóvenes, que no abandonen el camino emprendido.
JUAN LEIVA
Revista Opinión
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