La próxima vez que veas a alguien uniformado pregúntate: ¿será quién dice ser?
Muchas veces un uniforme impone respeto porque se le presupone una honorabilidad y nos puede hacer bajar las defensas. Lo que menos imaginamos es que ese policía, ese sacerdote, ese militar o ese mensajero nos pueden estafar. Voy a ponerte algunos ejemplos verídicos que dan que pensar. La próxima vez que veas un uniforme pregúntate: ¿será quién dice ser?
Lo peor de todo es que son casos auténticos y, si alguien ha caído una vez, puede haber otra persona que caiga en la misma estafa. Andaros con cuidado porque, si algo he aprendido en esta vida, es que los estafadores no descansan ideando nuevas formas de timarnos a la mínima oportunidad que les damos.
Uniformes y huerfanitos
La policía detuvo en Barcelona a un presunto estafador que era conocido en el mundo de la delincuencia con el sobrenombre de “Capitán Timo” porque solía disfrazarse de militar de alta graduación para cometer sus delitos. Junto al mencionado, también fue arrestado su compinche o colaborador, que oficiaba como chófer oficial del falso militar. Los dos fueron acusados de dos delitos de estafa.
Para convencer a sus víctimas el Capitán Timo se presentaba ante éstas vestido con un flamante uniforme de almirante de la armada española con sus correspondientes emblemas e insignias, comprados en tiendas de artículos de regalo en zonas turísticas o en tiendas de uniformes o de ropa vieja.
Acompañado de su chófer, y viajando siempre en un ostentoso coche alquilado, la pareja de estafadores seleccionaba a sus víctimas entre los propietarios de negocios de hostelería o de la construcción, a quienes hacían creer que, tras un minucioso estudio, habían sido seleccionados entre los comerciantes de la zona para, o bien abastecer a la Armada de productos para construir determinadas instalaciones para la Armada o bien para edificar una nueva sucursal de la OTAN. Una vez ganada la confianza y con las víctimas convencidas, les hacían firmar un contrato que tenía una cláusula obligatoria por la que los comerciantes o empresarios tenían que pagar una supuesta cantidad en efectivo que estaba destinada a un supuesto Colegio de Huérfanos de la Marina. La trampa era esa cláusula que se amparaba en alguna ley inexistente y su éxito radicaba en que era bastante creíble que los militares forzaran a los contratistas a dar un porcentaje de la obra a ese supuesto Colegio de Huérfanos. ¿Cómo va a dejar el ejército tirados a los huerfanitos de soldados muertos en combate?
Cuando el falso almirante tenía el dinero en su poder, desaparecía sin dejar rastro. Por este procedimiento, estafaron a un constructor y a un hostelero de Albacete a quienes, respectivamente, propusieron construir una residencia militar y abastecer de comida a la OTAN.
Otra posible versión de esta estafa es presentarse como alto oficial de la policía y ofrecer la construcción de una academia de policía o unas nuevas instalaciones para el entrenamiento de unidades especializadas de la policía. La trampa siempre está en que, el constructor que quiera quedarse con la obra, deberá pagar el X% del presupuesto de la misma como contribución al Colegio de Huérfanos de la Policía según tal o cual ley. El estafador sabe que es lógico que el estafado piense que la policía vela por todos esos huerfanitos de policías muertos en acto de servicio arriesgando sus preciosas vidas.
Curas y monjitas
La religión está de capa caída. Los seminarios de sacerdotes y los noviciados de monjitas se están quedando vacíos por falta de vocación. Lo malo es que los estafadores también se han dado cuenta y ya han creado una nueva estafa. Es tan sencillo como disfrazarse de sacerdote e ir visitando conventos ofreciendo traerles a monjitas de Hispanoamérica que sigan su vocación en España. Es relativamente creíble que en Hispanoamérica sobran los curas y las monjas porque allí se vive muy mal, o que los conventos están atestados porque muchos padres entregan a sus hijas al convento por no poder mantenerlas, etc.
Los religiosos y religiosas españoles se frotan las manos pensando que pueden llenar sus seminarios y conventos con nuevos novicios y novicias importándolos desde Hispanoamérica. Y el estafador pone como única condición que paguen el viaje de avión y los gastos de traslado del sacerdote o monja hasta España.
Una vez han recogido el dinero del viaje, salen por patas y si te vi no me acuerdo.
Mensajeros despistados
Las empresas están acostumbradas a recibir y enviar mensajeros a través de empresas de mensajería. Un día llega un mensajero a tu oficina todo uniformado con un traje de alguna empresa de mensajería. Tú ignoras que ese traje lo ha comprado en una tienda de ropa usada. Te mira sonriente y te dice que trae un sobre para alguien desconocido que, aparentemente, trabaja en tu empresa. Le dices que no conoces a nadie con ese nombre y te pide amablemente que le dejes llamar a la empresa para comprobar si es un error.
Le señalas el teléfono y sigues con tu ocupación. El mensajero llama supuestamente a la empresa para preguntar qué ocurre pero en realidad está llamando a uno de esos teléfonos que cobran una elevada tarifa por cada minuto que estás llamando al mismo.
Tú no lo sabes, pero cuando recibas la próxima factura de teléfono te habrán timado una cantidad más o menos grande dependiendo del tiempo que el supuesto mensajero haya estado llamando para informarse sobre el paquete. El mensajero suele hacer que espera que revisen el remitente del paquete por si hay algún error o te dice que están llamando al remitente para que les confirme la dirección, o te cuenta una entretenida historia de un caso similar que tuvieron la semana pasada. El caso es que intentan estar el máximo tiempo posible al teléfono para que la factura vaya subiendo todo lo posible porque saben que cada minuto que pasa es dinero que tú pierdes y que los estafadores ganan.
Para no alarmarte, te dirán que no te preocupes, que el teléfono al que han llamado es uno de esos gratuitos o que es una llamada provincial de bajo coste.
Algunos se lo montan tan bien que pueden alargar la llamada hasta 10 o 15 minutos. Al final te dicen que lo sienten, que ha sido un error del remitente o que es para otra dirección o cualquier excusa y cuelgan el teléfono, se despiden amablemente y se marchan.
Tú no sospechas nada, pero cuando a final de mes te llega la factura, ves que te han robado una pasta y encima es difícil que puedas demostrar que te han timado. ¿Cómo demuestras que no ha sido uno de tus empleados el que ha llamado a ese teléfono de pago desde el teléfono de tu empresa?
Además, como la cantidad timada es poca (puede oscilar entre 20 y 30 euros) mucha gente pasa de denunciarlo. Pero 20 o 30 euros visitando 10 o 15 empresas al día pueden suponer alrededor de unos 300 euros diarios lo que supone unos 6.000 euros mensuales de ganancias para el o los estafadores.
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