¿Piensas que soy tan solo una roca? No te equivoques, fíjate bien, es mucho más complicado que lo que ves. ¿Quieres acariciarme? Notarás bajo tus manos el tacto rugoso de mis estalactitas. Ven, te haré un hueco entre mis oquedades, para que puedas acoplar allí tus dedos. Deslízate hacia abajo, continúa hacia los lados, como si pretendieras modelarme de nuevo. ¿Sientes cada recoveco?
Descansa, ve con calma. Es un proceso lento, puedes preguntarle al agua si dudas de mi palabra, fue ella la que disolvió la cal de mi gruta, y lo hizo gota a gota. ¿Con paciencia? No, el universo no sabe qué es eso, para él todo se reduce a una cuestión de tiempo. Yo misma no soy más que una huella del tiempo. ¿Tiempo? Sí, aunque quizá ni eso exista, o quizá sea lo único que siempre ha existido. ¿Y el resto? Forma parte del tiempo. ¿Cómo? De un modo similar al que empleó para crear las estalactitas que ves ahora; fue el tiempo el que condensó la materia y formó el gas de las estrellas. ¿Y su origen? Esa es la pregunta para la que nadie tiene respuesta, yo no al menos. No sé cuál fue el principio, ni siquiera si existió en algún momento, tal vez no hubiera un principio y no haya nada más que un bucle infinito, un inmenso bucle de tiempo regido por sus propias leyes que controla el resto. Es difícil concebir un mundo así, sin un eje en el que remontarse, aunque ¿qué puede explicar que mañana nada sea igual?... ¿Nada? Nada salvo el mismo tiempo.