Revista Viajes

Estambul: para vivirlo

Por Pinceladasdeunamicroviajera @microviajera

Un horizonte de minaretes dibuja una ciudad eterna que se mantiene indemne mientras cambia. Estambul es un mosaico de culturas y de barrios que no tienen nada que ver uno con otro. El Bósforo y el cuerno del oro son las fronteras naturales que separan las tres partes más reconocibles de la ciudad.

Un atardecer desde el puente de Gálata. Foto: Sara Gordón

Un atardecer desde el puente de Gálata. Foto: Sara Gordón

La mezquita azul entre cúpulas. Foto: Sara Gordón

La mezquita azul entre cúpulas. Foto: Sara Gordón

En uno de sus lados tenemos Sultanahmet, que es el mosaico antiguo, el más turístico y el que esconde las joyas más conocidas. Paseando por sus callejuelas y sus enormes plazas descubriremos siglos de historia reposando tranquilamente al sonido del muecín. Santa Sofía y la Mezquita Azul, enfrentadas por su grandiosidad y su belleza son uno de los puntos más céntricos, pude pasar treinta veces delante de ellas y todas tuve que sacar la cámara. A parte de los grandes atractivos como el palacio Topkapi o la mezquita de Soliman, Estambul es una ciudad para vivirla. Para tomarte un respiro y entrar en un hamman donde tendrás una de las experiencias más purificadoras de tu vida, para regatear en el gran bazar y buscar la lámpara más bonita de todas, para fumar un narguile mientras juegas al backgammon, para perderte por los olores del mercado de las especias, para comer gozlemes de espinacas con queso sentada en alguna plaza, para disfrutar de un té mientras mantienes una buena conversación, para ver como pescan peces en el puente de Gálata pero sobre todo para ver los mejores atardeceres que haya visto.

La mezquita azul iluminada. Foto: Sara Gordón

La mezquita azul iluminada. Foto: Sara Gordón

La basílica-cisterna o el palacio sumergido. Foto: Sara Gordón

La basílica-cisterna o el palacio sumergido. Foto: Sara Gordón

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Mujeres haciendo gozlemes. Foto: Sara Gordón

Cuando cruzas el puente Gálata vas escuchando cada vez más lejos el muecín de las mezquitas y entras en la parte moderna de Estambul, también conocida como la europea. La plaza de Taksim se extiende en lo alto una de las colinas que salpican la urbe y bajando por Istiklal Caddesi te puedes sentir como en cualquier otra ciudad europea. Las tiendas son reconocibles, en los bares se anuncian bebidas alcohólicas y en las calles se venden mejillones con limón.

Vistas de la parte Europea desde la mezquita de Solimán. Foto: Sara Gordón

Vistas de la parte Europea desde la mezquita de Solimán. Foto: Sara Gordón

El tranvía que atraviesa la calle principal y te sube hasta la plaza Taksim. Foto: Sara Gordón

El tranvía que atraviesa la calle principal y te sube hasta la plaza Taksim. Foto: Sara Gordón

Nos queda un tercer gran mosaico, aunque Estambul se divide en muchos más y necesitaré más entradas para describirlo: la parte asiática. Un ferry cruza frecuentemente el Bósforo para unir dos continentes y en el camino, flotando en el Bósforo, pasamos Kiz Kulesi o la torre de la doncella. Los escalones de hormigón que miran a la orilla europea están forrados de alfombras y la gente allí aposentada puede pedir te, helados, frutos secos y disfrutar del sol sumergiéndose en el agua y los colores naranjas.

La torre de la doncella. Foto: Sara Gordón

La torre de la doncella. Foto: Sara Gordón

Atardecer sobre el Bósforo. Foto: Sara Gordón

Atardecer sobre el Bósforo. Foto: Sara Gordón

Foto: Sara Gordón

Foto: Sara Gordón

Estambul puede ser todas sus partes sin que chirríen entre ellas y sobre todo es una experiencia completa. Un capítulo aparte merece la comida que es deliciosa y muchas más partes de Estambul que las iré descubriendo poco a poco.

Santa Sofía. Foto: Sara Gordón

Santa Sofía. Foto: Sara Gordón

En las ablaciones para entrar en la mezquita. Foto: Sara Gordón

En las ablaciones para entrar en la mezquita. Foto: Sara Gordón

El gran bazar. Foto: Sara Gordón

El gran bazar. Foto: Sara Gordón

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El rezo. Foto: Sara Gordón

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