Pensaba que mi capacidad de sorpresa tenía un límite pero parece que no. Ya se encarga el ¿tertuliano, articulista? Salvador Sostres para sacarme del error. Siempre puede más. Siempre se supera. Y ahí sigue creando opinión y ocupando espacio en tertulias de televisión y columnas de periódicos “serios” sin hacer otra cosa que retirar el artículo ofensivo o dar la callada por respuesta. El dicho de “no hay dos sin tres” en el caso de este sujeto se multiplica por dos. Si tiramos de hemeroteca, varias son las perlas que jalonan su persona que bien podrían haber servido para apartarle de la vida pública. Pero no. Ahí continúa y seguramente, riéndose del mundo. Se ha metido con el castellano del que dice, en un artículo publicado en el Avui, que “es de poco nivel hablar un idioma que hace un ruido tan espantoso al pronunciar la jota” , con el ex presidente de la Generalitat catalana Josep Maragall al que directamente llamó alcohólico, consideró que el terremoto de Haiti había servido para hacer una limpieza en la que sobreviven sólo los mejores, no se libró Labordeta del que argumentó tras su muerte que “tanto contacto con la naturaleza no podía llevar a nada bueno”; se atrevió en una tertulia televisiva a comportarse como un viejo verde y para más inri, esta semana justifica un asesinato calificando al asesino como un chico normal que ha perdido la cabeza.
A veces creo que estoy inmersa en un mundo de locos y a veces, sé seguro que lo estoy. Tipos como éste me hacen dudar de la raza humana como seres inteligentes. O igual, la tarada soy yo. Da igual. Si es así, que paren el mundo que yo me bajo.