Ahí están, poniendo vida en medio de la amplitud de la peña de Los Caños de La Jara, los dos perros Oz y Close que me acompañan cada día en los paseos por los montes de Moveros, entre España y Portugal. Respiran el entorno, aspiran la naturaleza sobre esas peñas de entre las que manaban unos permanentes hilos de agua hace apenas cuarenta años donde ahora solamente quedan grietas de fina tierra y alguna humilde hierba brotada entre la roca, porque hasta la dureza del granito parece que palpita y alienta esperanza de vida.
Los Caños de la Jara son esa mole rocosa que muestra la fotografía en el monte de Moveros donde antaño bebían agua los pastores y los ganados que por allí pastaban en doble abundancia (de animales y de agua). En derredor aún se levantan numerosas paredes de piedra que hablan de un pasado agrícola y ganadero hoy casi extinguido en estos pueblos de Aliste, como en otros muchos lugares de España despoblada y árida.
Ahí están Close y Oz como un daguerrotipo del tiempo pasado perpetuado sobre la llaneza de la roca. Es cielo mismo muestra su palidez previa a la tormenta que dejamos pasar cobijados bajo el tejado y sus goteras de un viejo molino cercano. Pero el molino ya será otra “estampa”.
Javier Agra.