Esta breve meditación se la dedico a todos los lectores, pero muy especialmente a mis nietos Hugo, Ray y Zoe y también a Ellie porque sienten la belleza desde las palpitaciones de su corazón y la expresan con el brillo de su mirada.
Mis nietos se compraron una pequeña armónica y me dicen que no saben sacar sonidos serenos de sus notas de viento. Escuchad, para que suene bonita la armónica, cerrad los ojos un instante y escuchar los tenues latidos del corazón.
Ahora ya podéis abrirlos nuevamente, notad que vuestras retinas ven de otra manera; mirad las nubes rosicler del amanecer sobre los resplandecientes tejados de la aldea. Es el momento de la vida y de las aves, cuando el cielo se vistecomo un jardín de ramilletes de luz, cuando las etéreas nubes navegan en silencio por el cielo con movimientos casi imperceptibles formando imágenes que nacen de vuestro espíritu y se plasman en las alturas sostenidas por las finísimas pinzas que cuelga el aire
La brisa entornará vuestros párpados y los posará sobre los resplandecientes tajados de la aldea que se despierta entre brillos y serpentinas de fiesta; porque notaréis, queridos nietos, que la fiesta nace del encuentro del sosiego y de la esperanza. De este modo todos los días serán fiesta, la fiesta del encuentro de la luz y de la energía. Posaréis la mirada sobre los huertos que rodean la aldea, enriquecidos por los frutos de temporada para el sustento común de personas y animales. Acaso suene el leve tañido de la campanadel templo lanzando pausadas llamadas desde los ojos siempre abiertos de su antigua espadaña.
De vuestro corazón y de vuestra alma nacerá la misericordia, el abrazo con la naturaleza entera, la mano tendida para alentar a los que caen por la dureza de la vida, la palabra cálida susurrando ánimo a las personas y también a la naturaleza entera porque este es un día nuevo, amanecido entre el rosicler y los reflejos de esperanza y de futuro compartido, porque la luz y la paz serán siempre más verdad que la destrucción y la violencia, porque el futuro está pincelado en colores y armonía.
Entonces, queridos lectores, queridos nietos, notaréis que sabéis hacer sonar la dulzura serena de la armónica con notas que antes no habíais imaginado.
Javier Agra