Después de una vida entera llevándolos por el camino de la montaña, es normal toparse de nuevo con un valle irresistible al senderismo como Babia. Tal debe ser el ensimismamiento, que aquella mirada perdida, como en otro lugar, ajeno a todo lo que te rodea, da como resultado esa sensación tan nombrada en todas partes, incluso por aquellos que desconocen la riqueza que encierra en todas las estaciones del año este valle leonés. La misma mención hace a este fenómeno de la abstracción mi amiga y colaboradora Francisca González desde Salamanca. "Estar en las Batuecas, también es estar distraído, con la mente en otro lugar, que son, todo sea dicho, estados que frecuento mucho, y en los que he vivido por temporadas ajeno a lo que me rodeaba. Pero no nos desviemos del asunto.
El topónimo de Babia deriva de Vadabia y algunos filólogos lo asocian con el vocablo vasco Ur. Lo cierto es que vuelvo a León, que allí se estableció Julián, el del Tren Burra y allí encuentro todo lo necesario para respirar y meditar buscando el origen de estos lugares tan nombrados. Toca esta tierra a Asturias por el norte, la comarca de Luna por el este, Omaña al sur y al oeste los Valles de Laciana, de donde procede mi colaborador y amigo desde la década de los ochenta, Victor Corcoba. La comarca leonesa tiene dos municipios que destacan del resto: Cabrillanes y San Emiliano y toda la zona es muy conocida por su gran belleza paisajística y por su tradición ganadera. Las gentes de Babia, antaño pastores, movían sus rebaños a Extremadura y allí se tiraban siete meses en los chozos de piedra, dándole a las migas o a la caldereta de cordero, lo mismo que nosotros en Pineda.
También sus puertos se arriendan por la temporada estival o son utilizados por los propios lugareños compartiendo pastizales con el ganado vacuno y el equino. Antiguamente subían a estos puertos 300.000 ovejas que llegaban en tren hasta Astorga o Villadangos. "Todo el mes de junio había ovejas en el camino", cuenta un babiano. Las que iban a los puertos orientales eran apeadas en Sahagún. Hasta el siglo XX hicieron el camino a pie. Terminada la temporada los pastores regresaban a su tierra y cuentan que al anochecer, cuando se juntaban todos ante el fuego, siempre había alguno que se quedaba transpuesto hasta que alguien se le acercaba y le decía: ¡Despierta, que estás en Babia!
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