Nos ponemos a la defensiva cuando sentimos que nuestra confortable vida cotidiana está amenazada, y es bueno estar en guardia ante lo que pueda suceder, sin embargo, el fallo es que muchas veces el sentimiento de amenaza, no tiene argumentos ni lógica para considerarlo como tal, pero hace que tengamos que estar continuamente en un estado de excesiva alteración, que no es nada beneficioso para nuestra salud mental.
Fran Laviada