Las vacaciones tendrían que ser un periodo que nos permitiera salir del automatismo en el que la rutina de cada día nos ha ido envolviendo. Es posible, sobre todo si trabajamos en algo que no nos gusta o no tenemos buena relación con nuestro entorno laboral, que lleguemos a las vacaciones como a un oasis en el desierto.
No debería ser así. Es antinatural que pensemos que solo vamos a disfrutar de 365 días, treinta. Si esto nos pasa deberíamos replantearnos nuestra vida. No digo dejar de trabajar, sino cambiar nuestra forma de pensar, de vivir, de ser felices.
Si nuestra meta es ser muy felices en vacaciones porque el resto del año no lo somos fracasaremos en el empeño. Nos llevaremos en la maleta nuestra frustración y volveremos con ella, tal vez por duplicado.
Durante el año nos excusamos con que no tenemos tiempo para pararnos, para encontrarnos a nosotros mismos, para conocernos. Siempre tenemos prisa y nos parece que la vida se nos escapa sin vivirla. Pero luego en vacaciones nos dejamos llevar, creemos que descansar es estar tirados sin hacer nada y comer y beber todo lo que se nos ponga por delante, o bien ir de un sitio a otro, y atesorar lugares nuevos en nuestra cámara de fotos.
Estas vacaciones podrían ser diferentes si conectamos con nuestro ser interior. Si cuidamos nuestra salud. Si hacemos ejercicio. Si meditamos, si comemos adecuadamente, si aprendemos a ver en vez de solo mirar. Si nos reímos y ejercitamos el sentido del humor.
En el descanso se activa nuestra parte creativa y pueden surgir ideas que cambien nuestra vida. Es la relajación y la verdadera paz del espíritu lo único que puede descansarnos y renovarnos, y permitirnos adquirir nuevas fuerzas.
Te propongo unas vacaciones anticrisis en las que en vez de vaciar tus bolsillos llenes tu espíritu.