El desencanto sacude las filas por lo hecho y lo que no acometen. Puede que los seguidores del PP quieren de veras que este Gobierno acierte y tenga éxito; posiblemente es lo que una mayoría social por sentido común espera; aún así, son muchos los que le imputan la irresolución y la indolencia desesperantes, Rajoy tiene miedo a la decisión y a la acción; hay quien aburrido de esperar lo tilda de falta de valentía, muchos ciudadanos piensan que Rajoy, al recortar el bolsillo de las clases más débiles: el de los parados y los funcionarios, poniéndole coraje, tenía que haber metido mano a los recortes estructurales radicales sin subir los impuestos y ahora ya estaríamos viendo una luz al final del negro túnel; hay otros que no hablan de cobardía sino de cinismo, que es lo que ha dificultado a este Gobierno para que no haya puesto coto de modo implacable a esa elefantiaca administración triple y costosísima, el número y el sueldo de los políticos y altos cargos, el ajuste de las autonomías su despilfarro y devolución de competencias, la desaparición del T. Constitucional, Nocivo por sus parcialísimas sentencias, el derroche descomunal del Inútil Senado y eliminación de las subvenciones, con lo que se habría granjeado la aquiescencia y aplauso de esos que hoy andan airados con la sensación de que son las víctimas propiciatorias de tanto ajuste y casi sin explicar; y no digamos la indignación que ha producido la claudicante política antiterrorista, por lo que llegan a preguntarse, si es que existe la mimesis y tenemos a Zapatero en Rajoy, dando continuidad a la estrategia conciliadora de los socialistas con los etarras que tanto rechazo y repulsa genera. La herencia recibida es una pesada losa y a Rajoy, que no ha sido lo rápido y contundente que anunció, lo ha hundido y a medida que aumenta la desconfianza, menos dinero va quedando para pagar los intereses.
Necesitamos gobernantes que sean auténticos hombres de Estado y, presentando la muleta al frente con arrojo, pongan a cada uno y cada asunto en su lugar; menos concesiones y corruptelas y más eficacia en las decisiones, porque esos excesos y tales carencias han conducido al desencanto y hastío políticos que actualmente rezuma nuestra ciudadanía.
Los ciudadanos tienen la sensación de que el Gobierno se mueve entre sus improvisaciones, en el incumplimiento de sus compromisos electorales, en la falta de discurso mediante la verborrea que oculta la realidad, la torpeza de algunos ministros y sus timideces, cuando cuentan con mayoría absoluta ¿de qué les sirve? En lugar de crear empleo, observamos que lo están destruyendo. Vivimos una situación tan agobiante e insólita que las gentes se ahogan en su propia desolación, a la vez que vomitan hostilidad contra esta casta de políticos profesionales, que presencia su derrumbe atónita y aturdida. En estos meses, que lleva el PP, cada vez pierde más terreno, no logra apuntalar el sombrajo , cuando sostiene un pilar se les cae otro. Las leyes, decretos, reformas y contención del gasto, no parecen ser solución alguna, la negra realidad se impone y a todos los ha dejado atorados.
Hoy, tras el reportaje del otro día del New York Times sobre el hambre en España y tras las maliciosas y desinformadas referencias del Romney, aspirante a la Presidencia de EE.UU. estamos más desarmados y nos hemos convertido en parias internacionales; pagamos esos viejos pecados que han saltado a la vista en cuanto la crisis se ha asentado en su cronicidad. “Rajoy, ha dicho C. Herrera, se ha gastado ya todas sus reservas, las que debiera probablemente haber empleado desde el principio; ha quedado al descubierto, sólo le queda el acopio de aguante, para encajar las algaradas que le esperan”. España tiene prácticas culturales y diseños institucionales que ha de reformar con diligencia, si quiere solventar esta debacle y explicar las razones de este indudable fracaso: el desempleo sigue en aumento, la pobreza y el sufrimiento galopa por millones de familias que sólo se alimentan de las ayudas sociales y en los comedores de Cáritas; mientras, los instalados permanecen colgados a las ubres de la mamandurria. Sin duda, un sistema autonómico elefantiásico y generador de corrupción y de ruina ha pervertido la economía y al propio País.
C. Mudarra