Revista Cultura y Ocio
Este jueves..................................juegos de la infancia
Publicado el 12 enero 2017 por CharoEste jueves en principio nos convocaba Lucía del blog SINTIENDO EN LA PIEL aunque por motivos de salud ha tenido que cederle el testigo a Verónica del blog CENSURA SIGLO XXI.
El tema es los juegos de nuestra infancia. Dedicado a Lucía para que todo salga bien.
No sé por qué lo hice, pero al final resultó ser la hazaña más recordada de toda la escuela durante algunos años. Aún ahora, después de abandonar el pueblo, cuando voy a ver a mi abuela, algunas de mis amigas que allí permanecen, me lo recuerdan. No lo tenía preparado, me salió así, sin pensar. Cuando Anselmo, el abusón repetidor de 4º me volvió a llamar cuatro ojos por tercera vez esa mañana, le contesté furiosa: ―Pues sí, imbécil, pero así sería capaz de ganarte al “gua” una partida, con cuatro canicas, de una sola tirada. Los tres tontos que siempre iban con él, cómo no, empezaron a reírse. ― Cuándo quieras y dónde quieras―me respondió. ― Pues aquí y ahora ―le dije de nuevo sin pensar. Al minuto, se formó un gran corro de chicos y chicas a nuestro alrededor. No era costumbre que las chicas jugáramos a las canicas en el patio de la escuela. A Doña Vicenta no le gustaba, decía que era un juego de niños, que lo nuestro era la comba, la goma o el mique*. Pero yo sabía jugar a las canicas, y muy bien, porque todas las tardes practicaba yo sola en la puerta de mi casa. Dejé que hiciera el "gua" con el talón de su bota para que luego no fuera diciendo que yo había hecho algún tipo de trampa. En un alarde de estupidez o de valentía, todavía era pronto para saberlo, le dije que me jugaba a una sola partida también las otras seis canicas que llevaba encima. Eran todas preciosas, de cristal y me encantaba mirar los colores que llevaban dentro, pero yo estaba imparable, imbuida de una autoconfianza que ni yo misma sabía que tuviera. Anselmo, convencido de su superioridad y con el miedo de parecer débil, aceptó la apuesta. Fue increíble. A él le tocó tirar primero, pero su bola no entró en el agujero, ni la primera ni las otras tres. Por el contrario, las mías entraron todas con una limpieza fascinante. A partir de ahí comencé a tirar y a darle a cada canica a la distancia perfecta: "media, cuarta, pie y gua", " media, cuarta, pie y gua"...y así cuatro veces, sin darle a Anselmo la más mínima oportunidad. Acabé el día con el aplauso de todo el patio y veinte canicas que aún conservo en una caja como recuerdo de mi proeza. No volví a repetirla nunca más, pero al menos Anselmo, cada vez que me veía, miraba al suelo avergonzado y yo no podía evitar que una sonrisa de satisfacción se dibujara en mi cara.
*Mique (en mi pueblo se llamaba así al juego de la rayuela o escarranchete)