Revista Cultura y Ocio
Este jueves.................................................los siete pecados capitales (lujuria)
Publicado el 11 junio 2015 por CharoMi relato está inspirado por la película El Nombre de la Rosa de Jean Jacques Annaud (en la imagen un fotograma) y basada en el libro del escritor Umberto Eco.
Encontrarás más relatos participantes en la convocatoria en este enlace PECADOS CAPITALES
Hacía 23 años que habían dejado a fray Adelmo a las puertas del monasterio con unos días de vida y casi muerto por el frío. El pequeño se aferró a la vida y consiguió ganar la batalla a la muerte. Fue educado en el silencio y la oración, y por su cabeza, por otra parte no muy lúcida, nunca pasó otro modo de vida que no fuera ese. No había salido nunca fuera de los muros del monasterio pero Adelmo era feliz. Sus días transcurrían entre los rezos y su trabajo en la cocina. Su inocencia y candidez eran tales que aunque conocía los pecados de la carne, nunca había sido tentado por ellos. Una noche, ya solo en la cocina, un ruido llamó su atención en la despensa. Armado con las tenazas de la lumbre acudió dispuesto a matar al ratón que pretendía robarle la comida. Su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió que el ratón no era sino una muchacha sucia y asustada. Adelmo se paralizó por completo hipnotizado por sus grandes ojos negros que le pedían que no la delatase. Conmovido, ofreció alimentos a la muchacha y la invitó a que desapareciera por donde había venido, posiblemente el hueco por donde se tiraban los desperdicios al barranco. Pero la muchacha, acostumbrada a tener que pagar por todo lo que recibía, metió su mano entre los hábitos de Adelmo y masajeó su entrepierna. El goce que experimentó lo hizo llegar al mismo cielo, pero en ese momento comenzó su infierno.
Cada noche, Adelmo, cuando los demás ya dormían, bajaba a la despensa donde a cambio de algunos alimentos de los que él mismo se privaba, conseguía toda serie de placeres ignorados hasta el momento. Pronto los pensamientos impuros ocupaban completamente su cabeza. Su cuerpo y su mente ansiaban experimentar el placer una y otra vez, sin descanso. Dejó de comer y de beber, por las noches no dormía y durante el día arrastraba su cuerpo cada vez más delgado y macilento por las dependencias del monasterio. Incapaz de rezar, la idea de que el mismísimo Satanás se había adueñado de su espíritu y del cuerpo de la muchacha se introdujo en su cabeza y le nubló el entendimiento. Así transcurrieron los meses, hasta que una noche, trastornado por su delirio, el joven monje, angustiado por la culpa y temeroso de la condenación eterna, de un golpe certero se separó para siempre de la causa de su desesperación.