Revista Cultura y Ocio
Este jueves nuestra conductora es Lucía que nos anima a escribir en su blog "Sintiendo en la piel" sobre los efectos de la primavera. Si quieres leer todos los relatos participantes puedes pinchar AQUÍ
Aquella fue la última primavera. Ahora, que con cada bocanada de aire que inhalaba, su garganta se quemaba un poco más con el aire caliente, daría su vida por padecer de nuevo los molestos síntomas que siempre la habían puesto de mal humor: los constantes estornudos encadenados, la tos seca que apenas la dejaba dormir por las noches, los ojos lagrimeantes a todas horas, la nariz casi despellejada por el constante hilillo de agua que destilaba, la sensación de ahogo, el cansancio extremo que casi no le permitía levantarse del sofá… Todo se había agostado aquel verano que se había intensificado hasta convertir medio mundo en un secarral con temperaturas superiores a los cincuenta grados. Los incendios, imposibles de controlar, habían transformado el paisaje en inmensos campos de cenizas. Los árboles no volvieron a brotar, ni los insectos volvieron a revolotear por las flores porque estas tampoco habían vuelto a nacer, ni el polen había vuelto a flotar en el aire. El verano se había instalado para siempre. La mitad del mundo se había quedado con la escasa agua potable o la tecnología necesaria para desalar la del mar, mientras la otra mitad se moría de sed intentando traspasar las fronteras levantadas entre el desierto y los escasos oasis aún existentes en el norte del planeta. Antes de morir por el disparo del soldado situado en la torre del muro, Elisa imaginó que un chaparrón intempestivo del mes de abril, limpiaba con su frescor el polvo y las cenizas acumuladas en su deshidratado cuerpo.