Revista Cultura y Ocio
Este jueves, Inma, en su blog Molí del Canyer, nos invita a escribir sobre una tempestad. Podéis leer todos los relatos participantes pinchando Aquí
Algunas veces mamá me encerraba en el armario de mi habitación. No es que yo hubiera sido desobediente o no hubiera hecho los deberes, o hubiera tirado el tazón de leche del desayuno, no. Mamá me encerraba en el armario de mi habitación cuando iba a haber tormenta. Según ella, las tormentas eran muy peligrosas para los niños y lo mejor de todo era encerrarse en un sitio calentito y esperar. Yo no entendía por qué mamá sabía cuándo iba a haber tormenta si yo no veía que hubiese nubes oscuras, ni truenos, ni relámpagos. A veces hacía un sol espléndido, pero cuando mamá veía venir a papá por el camino de entrada a la casa, se ponía muy nerviosa, me llevaba al armario de la habitación y me decía que me quedara allí hasta que pasara la tempestad. Yo obedecía sin rechistar porque quería mucho a mamá, pero a veces también obedecía porque no quería que papá me viera. Creo que a él las tormentas tampoco le gustaban porque se enfadaba mucho, le daba muchas voces a mamá y le decía cosas muy feas. Una vez, a través de la rejilla del armario, lo vi entrar en mi habitación dando un portazo, con la cara muy roja y gritando que dónde estaba el bastardo. Yo no entendía nada, pero me metí más adentro del armario y no me encontró. A veces, pasaba mucho tiempo hasta que mamá venía a decirme que la tormenta ya había pasado y me quedaba dormido. Creo que a ella también le daba un poquito de miedo de las tormentas porque cuando me sacaba del armario me abrazaba muy fuerte y yo notaba que todavía estaba temblando y que había llorado.
Ahora es mamá la que está encerrada en un sitio porque una tormenta se llevó a papá mientras yo estaba en el armario, pero dice que pronto va a salir y que ya nunca le tendremos miedo a ninguna tempestad.