Fue natural de Roma, y su padre , llamado Julio, era un funcionario de la ciudad. No se puede afirmar si su familia era cristiana, aunque los testimonios antiguos, como Eusebio, habla de que "pronto se dedicó al estudio de las letras humanas y divinas", así que si no era de familia cristiana, se convirtió muy joven a la fe de Cristo. Por otro lado, antes de los 20 años ya formaba parte del clero del papa San Cornelio (16 de septiembre), que le ordenó de diácono. Por su parte el papa San Lucio I (4 de marzo), le ordenó presbítero y le nombró arcediano, es decir, encargado de los bienes y la caridad.
Esteban contra los novacianos.
En 254 murió el papa Lucio y Esteban fue elegido su sucesor. Su elección tiene la particularidad de ser probablemente el primer antecedente los actuales cónclaves: Encerrados en las catacumbas los presbíteros y diáconos romanos, o sea, los colaboradores más cercanos al elegido, y solo ellos, eligieron a Esteban. Hasta entonces, y en siguientes elecciones, el pueblo y otros obispos circundantes participaban en la elección.
Eran tiempos convulsos para la Iglesia, no por persecuciones externas, sino por las herejías internas que no cesaban de proliferar. Los novacianos eran los herejes del momento. Estos enseñaban que las segundas nupcias eran pecado, que el cristiano que pecaba mortalmente tenía que ser rebautizado, y, principalmente, propugnaban que aquellos que habían flaqueado y apostatado en tiempos de persecución, no debían ser admitidos de nuevo en la Iglesia. San Cipriano (16 de septiembre) y San Dionisio de Alejandría (8 de abril y 17 de noviembre) se opusieron a estas herejías, ya fuera por cartas, sermones o intervenciones en Concilios. San Esteban heredó todos estos conflictos y se enfrentó a ellos con decisión, aunque con caridad. Confirmó la deposición de los obispos Basílides de Astorga y Marcial de Mérida, a los que los demás obispos ibéricos habían depuesto por "libelatti" (se llamaban así a los cristianos que aunque no habían cometido idolatría habían comprado un libelo de haber sacrificado a los dioses para salvar su vida). Esteban los recibió con caridad, pero avisado de los obispos ibéricos y de Cipriano, sentenció como justa su expulsión, despidiéndoles.
Esteban contra Cipriano.
Tuvo Esteban que enfrentarse a su querido Cipriano cuando este, a la cabeza de otros obispos de Oriente, enseñaba que eran nulos los bautismos realizados por herejes y por tanto, fuera de la verdad católica, por lo que se les debía "rebautizar". Poco a poco esta doctrina comenzó a extenderse por África y proclamada por el Sínodo de Iconio, pero San Esteban alzó la voz desde Roma e impidió que se siguiera enseñando esa novedad. Los herejes, fueran de la secta que fuesen, solo debían profesar la fe católica y hacer penitencia públicamente, se les impondrían las manos y punto. Sin "rebautizo" alguno. San Cipriano no lo aceptó de primera instancia y luego de oír el parecer de muchos obispos de su misma opinión escribió a Esteban argumentando su enseñanza. Pero Esteban, sin amilanarse ante el enorme prestigio de Cipriano le respondió, y a los obispos de Capadocia, Cilicia y Galacia, que aquella postura les separaría de la comunión con toda la Iglesia, representada en la sede de San Pedro. Dionisio de Alejandría fue el primero en acatar la resolución de Esteban, y con él otros obispos africanos. Y finalmente, Cipriano, siempre amante de la verdad católica, acató y se retractó de su enseñanza errada. Esta firmeza de Esteban también sirvió para reducir a los novacianos, que finalmente abjuraron de su herejía y aceptaron la integridad de la fe de Cristo. Y esta norma permanece actualmente, pues enseña la Iglesia que el bautismo de los herejes, siempre que sea en el nombre de la santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es válido, y solo habría que realizar las ceremonias faltantes.
Esteban contra el Imperio.
Y cuando las persecuciones internas cejaron, regresaron las externas. Si bien el imperio de Valeriano había comenzado sin especial inquina contra los cristianos, Marciano, primer ministro del emperador, y enemigo declarado de Cristo, mudó la voluntad de Valeriano, y le indujo a declarar la guerra a la Iglesia. Publicó el emperador un edicto por el cual confiscaba los bienes de los cristianos, y para asegurarse de que no escaparía ninguno, añadió a su edicto que concedería los bienes incautados a un cristiano a quien los denunciase. Esteban comenzó una gran labor alentando a los cristianos, socorriendo a los que quedaban pobres, a las viudas y huérfanos de mártires. Visitaba las catacumbas, llevaba la comunión, etc. Se daba todo para todos. Se dice que en un día llegó a bautizar y confirmar por su propia mano a 180 catecúmenos, los cuales a los pocos días padecieron martirio, pero esta cifra puede ser exagerada. Se hizo rodear de fieles presbíteros y diáconos con los que organizó la atención a los fieles y la custodia de los libros y vasos sagrados de la Iglesia.
Bautismo de Santa Lucilla.
Sus actas incluyen aquí una cuña para contar la vida y martirio de Santa Lucilla (31 de octubre, traslación de las reliquias y 25 de agosto). Resulta que Nemesio, un Tribuno, pidió al papa que sanase con un milagro a su hija única, ciega de nacimiento. Esteban le respondió: "Haré lo que me pides, pero a condición de que has de creer en Jesucristo, en cuyo nombra y virtud solo puedo obrar el milagro". Nemesio aceptó y junto a su hija fueron bautizados. Esteban dio luz a los ojos de la joven y la llamó "Lucilla". Este milagro obró la conversión de 63 paganos que igualmente fueron bautizados. Posteriormente Lucilla, San Nemesio (25 de agosto) y su mayordomo Sempronio serían mártires. Pero antes bautizó Esteban a Olimpio, el juez que interrogó a los tres, y se convirtió al ver como Sempronio redujo a polvo un ídolo con solo invocar el Nombre de Cristo. A todos estos mártires les enterraría el mismo santo papa. Para terminar esta "cuña": En 1642 un cuerpo titulado "Lucilla" fue sacado de un nicho de las catacumbas de San Calixto, para ser venerado en la basílica de San Próspero y, a continuación, en la Capilla de Nuestra Señora de Gracia de Reggio, donde se venera. Aunque se le aplicó la leyenda de esta Lucilla, no hay garantías de que realmente lo sea.Esteban por Cristo.
Las Actas, ficticias, del martirio de San Esteban, dicen que tanta labor del papa hizo que el emperador, enfadado con Esteban, quisiera conocerlo y mandó llevarlo a su presencia. Le preguntó: "¿Eres tú el sedicioso que turba al Estado, desviando al pueblo del culto debido a los dioses del imperio?". "Señor" – respondió el Santo – "yo no turbo al Estado; solo exhorto al pueblo a que no rinda culto a los demonios, y a que adore al verdadero Dios, a quien únicamente se le debe adorar". Replicó Valeriano: "Impío, esa blasfemia que acabas de proferir la vengará tu muerte" – y volviéndose a los soldados les mandó – "quiero que sea conducido al templo del dios Marte, y que allí sea degollado y ofrecido en sacrificio". (Esto último es imposible, pues sabido es que los romanos no ofrecían sacrificios humanos a los dioses). Tomaron los soldados a Esteban y apenas llegaron frente al templo del dios, rompió el cielo en una espectacular tormenta y un rayo violentísimo destruyó el templo.
Al verse libres, Esteban y los demás cristianos que iban a ser "sacrificados" se fueron a las catacumbas, donde el papa celebró la eucaristía y cuando estaba predicando en su sede, entró una turba de soldados y allí mismo le degollaron, el 2 de agosto de 257. Fue sepultado, con algunas reliquias de su silla, en las catacumbas de San Calixto. Su cabeza se venera en la catedral de Colonia.
Fuentes:
-"Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año". Julio. R.P. JUAN CROISSET. S.J. Barcelona, 1865.
-"El papa ha muerto. ¡Viva el Papa! JOSÉ-APELES SANTOLARIA. Barcelona, 1999.
A 2 de agosto además se celebra a la Beata Juana de Aza, viuda.