Revista Infancia
Estego era un dinosaurio, un estegosaurio que vivía en la selva con el resto de animales. Era amigo de todos ellos y era mucho más grande.
A los animales les gustaba ir a la guarida de Estego a jugar y se reían y divertían hasta que anochecía y cada uno regresaba a su cueva, árbol o madriguera.
Pero a veces no era tan divertido jugar con Estego, porque cuando perdía en algún juego se enfadaba y gritaba muy alto y asustaba a sus amigos los animales. Y la verdad es que empezaban a estar ya un poco hartos de que Estego se enfadara tanto.
Entonces decidieron dejarle ganar en todos los juegos. Y así se convirtió en el primero en las carreras, el primero en llegar al río, en subir a un árbol y en esconderse.
Lo que pasó es que poco a poco los animales dejaron de jugar con él, porque no era tan divertido, faltaba la emoción de saber quien iba a ganar en cada juego ¡siempre le dejaban ganar a Estego! Y hasta el mismo Estego se aburría ¡ya no quería seguir ganando siempre, aunque no quería perder tampoco!
Así que tomó la decisión de ser arbitro en los juegos. Así no iba a ganar ni a perder, y podría dedicarse a poner un poco de orden en los juegos. ¡Qué buena idea!, pensaron los animales ¡nunca habían tenido un arbitro! ¡y además Estego sabía silbar muy fuerte! ¡y con lo grande que era iba a poder ver muy bien a todos los animales mientras jugaban!
Ilustración: Ana del ArenalImprime este cuento