Revista Cultura y Ocio

"Estío" ("Los Thibault" 3) de Roger Martin du Gard

Publicado el 15 septiembre 2018 por Juancarlos53

La tercera entrega de la saga "Los Thibault" lleva el título de "Estío" en la edición que he manejado en español Esta denominación es coincidente no sólo con otras muchas obras, antiguas y modernas, que van desde la sonata de mismo título de Valle Inclán o la novela homónima de Edith Wharton hasta por ejemplo una obrita reciente del afamado periodista Julio César Iglesias que integra el término 'estío' en el mismo, " La hierba del estío". Quizás por esto me haya resultado difícil encontrar la imagen de portada en Goodreads o en cualquier otra biblioteca de internet para incluirla en esta reseña; y más aún cuando la expresión "estío" o "verano" es junto a otras palabras el reclamo de otra entrega de la misma saga, la séptima, intitulada "El verano de 1914". Desde luego en castellano todas las imágenes con esta palabra ('estío' o 'verano') me remitían a la penúltima entrega de la serie; es por ello que he tenido que echar mano de las portadas creadas para la edición original francesa de la obra donde aparece con el título de "La belle saison" ('La bella estación'), portada que he elegido para ilustrar mi comentario.

Comentario de "Estío" de Roger Martín du Gard

Parece que mi gusto por "Los Thibault" no decae según leo las diversas publicaciones. Si "El cuaderno gris" y "El reformatorio", ambas de 1922, fueron de mi agrado, "La belle saison" ('Estío') aparecida el año siguiente me ha gustado aún más si cabe. Se centra Martín du Gard en este entrega en la pareja de hermanos dejando un tanto de lado la figura del patriarca que es una sombra siempre ahí pero que en esta ocasión se encuentra de viaje. Son pues Jacques y Antoine, los hermanos Thibault, quienes llenan este relato de algo menos de 300 páginas. Comienza con el retorno triunfal de Jacques a Maisons-Laffite, donde se ubica la casa paterna, tras haber superado el examen de ingreso para realizar estudios en la Normal. Se dispone a pasar todo el verano descansando en esta casa cercano a Gisèle, la hijastra de la señorita Waize, convertida ya en una mocita de apenas quince años, y aunque en casas distintas también de Jenny, la hermana de Daniel Fontanin a la que sentimientos encontrados lo acercan y lo alejan. Antoine, el mayor de los hermanos, es ya un médico en pleno ejercicio cuya praxis profesional va de acierto en acierto. Si en las entregas anteriores demostró un magnífico ojo clínico tratando acertadamente a Jenny Fontanin, ahora, requerido por un empleado de su padre para que intente salvar de una más que probable muerte a Dédette, una niña que se ha fracturado el fémur y a consecuencia de esto roto la arteria femoral, demostrará ser un buen cirujano.

Ambos hermanos conocen en esta narración los reveses del amor, la inestabilidad psicológica que conlleva con esas dudas sobre si la otra persona de verdad alberga en su interior los mismos sentimientos. La variabilidad y volubilidad amorosa es más perceptible en Jenny y Jacques; y mucho menos en la pareja Antoine y Rachel, una bella joven de unos 25 años que con maestría y magnifico saber estar ayudó a Antoine en la intervención quirúrgica. Rachel hará crecer a Antoine que conocerá mucho de la vida -bueno y malo- gracias a ella.

Al igual que en las dos primeras novelas la introspección psicológica es presentada a través de soliloquios y monólogos interiores de manera tal que el personaje gana en verosimilitud. Junto a esta profundización en la psicología del personaje el autor practica un fuerte realismo de corte naturalista que no esquiva aquellos aspectos duros o desagradables de la existencia humana. Así se comprueba en el verismo descriptivo de la cirugía practicada a Dédette

"-Vamos a intentar el suero. Y nada de subcutáneo; no merece la pena: el intravenoso. Es nuestra última oportunidad. -Tomó dos frasquitos del aparador- ¿Ha quitado el torniquete? Bien. Póngale una inyección de aceite alcanforado. Y luego otra de cafeína; sólo la mitad, pobre chiquilla..., pero, por favor, dese prisa ."

o cuando describe el estado en que quedó un perro atropellado por un Simón. Sin embargo Martín du Gard muestra una gran elegancia cuando elude a través de la elipsis descripciones que de hacerlas invadirían el territorio de la sicalipsis. Esto no empece que en algunos momentos envuelva a los personajes en una atmósfera plena de sensualidad ligada a la belleza del lenguaje empleado.

Como digo el lenguaje que usa el escritor es de gran plasticidad y belleza; por ello durante toda la lectura de esta entrega -también de las dos anteriores, y me temo que asimismo de las siguientes- no he dejado de lamentar la constante caída en el vicio lingüístico del "laísmo" en que el traductor de toda la saga, Félix Caballero Robredo, incurre. La gran altura del texto queda mancillada por este defecto continuado

"Cuando Jérôme hubo salido para poner el telegrama, la señora de Fontanin volvió junto a Noemí. La era imposible alejarse de aquella cama ." (pág. 151)
[...] "Antoine la produjo un vivo placer a al asegurar que Félix Héquet " [...] (pág. 122)

Pero en mi opinión esta continuada caída en el laísmo es el único pero que cabe poner a la belleza de la lengua empleada. Elegir una muestra de ello es complicado por ser abundantes los momentos en que la misma resplandece. He aquí mi elección:

"En la semioscuridad del vagón su pelo, anaranjado y casi rosado a la luz del día, dejaba de tener un color preciso; parecía estar hecho de una materia fluida, incandescente, de cera metalizada o hilillos de cristal; y la blancura fosforescente de la mejilla daba una apariencia irreal a su carne ." (pág. 257)

Para finalizar hay Dios, cómo es posible que permita tales maldades. forma parte de esta nómina al lado de Esta tercera novela de la serie así como el resto de las de la saga "
Junto a la renovación del realismo decimonónico a través de la incorporación de técnicas narrativas como el monólogo interior tan presente en esta novela la novela del primer tercio del siglo XX se caracteriza por esa indagación en la vivencia individual del sentimiento y creencia religiosos. En Francia, además, es muy abundante el número de autores de ese momento del siglo XX que se cuestionan aspectos de la fé religiosa antes reservados sólo a los eclesiásticos. El motivo esencial de este volver la mirada a la cuestión religiosa deriva de los estragos ocasionados por la Primera Guerra Mundial que les hicieron pensar sobre cómo el hombre puede llegar a tal nivel de iniquidad y, si Georges Bernanos, Jules Romains, André Maurois, y otros.
Los Thibault" que reseño participa en el Reto "Nos gustan los clásicos" del blog " Un lector indiscreto"


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