En el libro “Cambia el chip” de los hermanos Chip y Dan Heath, se nos cuenta una historia muy interesante. Hacia 1977 el loro de Santa Lucía (Amazona versicolor) estaba en grave peligro de extinción. Nadie de la población le hacía el menor caso, a pesar de que se trataba de una especie endémica. Paul Butler, un estudiante universitario, pasó largo tiempo en la isla estudiando a fondo esta especia. De regreso a su casa, cuando se encontraba sin trabajo, le ofrecieron volver con la misión de elaborar un plan que salvara al loro (entre otras cuestiones).
El problema principal que se encontró Butler era que, para la población, no había una motivación económica en el hecho de conservar esta especie. Tampoco era un elemento esencial del ecosistema y, probablemente, si desapareciera el loro, nadie se daría cuenta. Así que el plan pasó a una nueva dimensión: Butler eliminó por completo los argumentos analíticos y racionales para centrarse en lo emocional. En palabras de Butler: “Este loro es nuestro. No lo tiene nadie salvo nosotros. Tenemos que protegerlo y cuidarlo“.
Así que organizó ferias, se diseñaron camisetas, pegatinas, convenció a la gente para que se disfrazara de loros y visitaran los colegios, incluso consiguió que las homilías en las misas derivaran en argumentaciones bíblicas que instigaran al cuidado de lo propio. En definitiva, todo encaminado a hacer que el loro de Santa Lucía fuese el símbolo nacional.
Las encuestas le dieron la razón. Los niveles de aceptación hacia el pájaro aumentaron claramente e, incluso, su caza se paralizó. A Butler le concedieron medallas y la ciudadanía, honores merecidos dadas las circunstancias.
Normalmente, cuando se quiere cambiar el curso de una rutina lo principal es marcar unas pautas claras, sencillas y cómodas en ese sentido. El cambio ha de estas bien dirigido, porque la pereza se apodera de las personas y estas se resisten infinitamente a él. Butler vio que esta técnica no funcionaría en la isla, sino que hizo que la gente se sintiera orgullosa de tener entre sus selvas al loro, lo que los motivó muy efectivamente.
Así que, en definitiva, el modelo racional y analítico que funciona en muchas ocasiones aquí se transforma en un modelo de identidad (en palabras de los hermanos Heath). Es lo que yo llamo muchas veces la fuerza de grupo (no sé si alguien más usa esta expresión) y que provoca que, ante las más absurdas afirmaciones de evidente falsedad e imposibilidad, prefiramos pertenecer a ese “grupo” antes que a otro porque nos han adoctrinado a creerlo superior. Como dicen los Heath: “Eso sirve para aclarar por qué un mecánico de Oklahoma votaría contra un demócrata que le diera cobertura médica, y por qué un millonario de silicon Valley votaría contra un republicano que redujera sus impuestos (…) Cualquier esfuerzo de cambio que viole la identidad de una persona está condenado al fracaso“.
Toda esta introducción me la sugirió una noticia que leo hoy en varios medios. Por ejemplo, en The New Yorker o en Daily Maverick, acerca de una de las componentes del ala más dura de los republicanos norteamericanos, los que se han dado en llamar el “Tea Party”. Michele Bachmann, entre todo su argumentario, hace afirmaciones del siguiente tipo: “Es una interesante coincidencia que dos plagas de gripe se hayan dado con presidentes demócratas”. “Convertirse en gay es exclavizarse”. O la que más duele (no viniendo de ella, sino por su falsedad, y aquí está la fuente):
“La evolución es una teoría que nunca se ha probado”.
En el Daily Maverick se pueden leer más afirmaciones, como que es una negacionista del cambio climático, que la homosexualidad es una disfunción, o su oposición al aborto en casos de violación o incesto y que se opone a cualquier forma de subsidio estatal a la salud, etc.
Esto nos lleva a la conclusión que sacó Butler: si personas de bajos recursos económicos, que no pueden pagarse un adecuado seguro sanitario, votan ciegamente a candidatos como este (y los hay a millones) no es sino por la fuerza de grupo que les impele a pertenecer a este y no a otro. Un comportamiento altamente irracional, acrítico y acientífico.
Así que afirmaciones del tipo “un grano de trigo y una estrella de mar no son lo mismo que un perro, y esto es lo que los evolucionistas quieren enseñar en nuestras escuelas” no son más que una materialización de esa táctica del “siéntete orgulloso de tu grupo”, aunque te digan que el Sol gira alrededor de la Tierra. Algo a tener en cuenta en otros campos.
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