Fecha del viaje: Abril 2010
Extracto de Mi Diario de Viajes:
Recién llegados a Tallin desde Letonia, cogemos el autobús de la estación central que se encuentra a dos kilómetros del centro y nos lleva justo a la entrada de la ciudad vieja entrando por una puerta enorme de piedra que la separa de la ciudad nueva.
Una vez alojados en la Old House Hostel, donde existe una variedad de habitaciones, dormitorios compartidos y pequeños apartamentos, iniciamos nuestro recorrido por una de las ciudades más románticas de Europa.
Nos dejamos llevar por las calles empedradas donde nos perdemos en el tiempo. Tallin te transporta fácilmente a la época del medievo. A pesar de ser la ciudad más turística de las tres capitales bálticas, preserva ese encanto que a un viajero le gusta encontrar si uno la visita fuera de temporada, sin masificación de turistas, la sensación es deliciosa.
Subimos a la colina Toompea, donde antaño se controlaba desde aquí toda la ciudad. Nos acercamos a la iglesia ortodoxa de Alexander Nevski, hay misa, la gente se santigua de derecha a izquierda, al revés que los católicos y lo hacen varias veces seguidas. Frente a la iglesia nos encontramos una catedral luterana.
Pasear por aquí se convierte en un mágico sueño, no hay casi nadie, sólo parejas cogidas de la mano y es que este lugar incita al amor, al romanticismo, con callejuelas que empiezan a iluminarse llenas de recovecos, con pequeños comercios y casas de cuento...
Desde esta colina descubrimos varios miradores y comprobamos las excelentes vistas.
Después de dar un paseo al atardecer, nos vamos a cenar a un restaurante típico Vaenama Juures. El local es precioso, ubicado en uno de los numeros sótanos de la ciudad con techos bajos abovedados y con una decoración sencilla y pequeñas velas que iluminan la intimidad de los comensales. Pedimos unos blinis con caviar y salmón marinado para compartir como entrante. De segundo ternera en salsa roquefort con verduras y mi pareja se zampa un codillo con chocroute. Y es que estas cenas son muy copiosas pero con el frio que hace entran perfectamente en el estómago de uno. Pasamos directamente al Vana Tallín, un licor típico parecido al Bailys. Las camareras, vestidas típicas con cofias y delantales blancos se despiden de nosotros con una sonrisa y nos dicen en español "muchas grasias".
Hacemos un café en la Raekoja Plats, es decir, la Plaza del Ayuntamiento, que es lugar de encuentro de turistas y estonios.