En la historia de la humanidad, la capital discusión filosófica sobre qué principios deben regir la conducta de las personas parece multiplicada en su importancia y trascendencia ahora que se nos plantea la oportunidad de trasladarlos a las máquinas, en su imparable evolución hacia la inteligencia artificial.
La Real Academia de la Lengua Española, en una de sus acepciones, define “principio” como… “norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta”. Desde luego, lo de “pensamiento” es algo muy privado que no afecta a nadie más que al propio pensador, pero la “conducta” ya es otra cosa, al interferir en su aplicación con los demás. Es por ello que nuestros principios son tan importantes pues, al determinar nuestra conducta, definen nuestra relación social. Hasta tal punto puede ser esto condicionador que, en función de sus principios, alguien pueda regalar o robar, salvar vidas o asesinar.
Ahora que la evolución de las máquinas llama a la puerta de su autonomía decisional, el dilema de establecer cuáles son los principios que deberán regir su comportamiento lleva a trascender nuestra responsabilidad desde el ámbito personal de cada cual al general de la sociedad. Establecer que elección tendrá que seleccionar un vehículo autónomo en caso de posible accidente con riesgo vital, es uno de los muchos ejemplos que podemos encontrar en este momento crucial de la filosofía como investigadora de lo que define a la persona como ser racional y espiritual.
Así las cosas, es indudable que el desarrollo tecnológico se ha adelantado desgraciadamente al moral, por cuanto no hay un modelo de comportamiento ético aceptado y seguido como general (ver cada día las noticias de actualidad) que podamos trasladar a las máquinas con garantías éticas de ecuanimidad. Si las máquinas tienen que adoptar los principios que caracterizan nuestra realidad, mucho me temo que pronto peligrará la humanidad como ya anticipó Groucho Marx al esperpentizar la facilidad de muchos para cambiar su moral en favor del gusto de cada cual…
Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro