Revista Diario
Ya os he contado alguna vez mis problemas dietéticos. En realidad, no son problemas. Es cuestión de pura lógica: si una tiene una cuenta corriente en el banco Michelín e ingresa más de lo que gasta, la cuenta engorda. Y a mí, últimamente, hasta me da dividendos. Así que me dije: "Jomeini, esto no puede seguir así, tienes que hacer algo". Y me fui a ver a una compañera de facultad que ha montado una consulta de Dietética y Nutrición para hacer una dieta hipocalórica a base de productos prefabricados. Iba bastante poco receptiva (me había convencido de ir el ver ejemplos cercanos de gente que bajaba mucho de peso con esa dieta y - ¡atención! - no volvía a subir) y la música chill-out de la sala de espera me convenció todavía menos. Pero mi compañera se pasó una hora explicándome, entre otras cosas, la base fisiopatológica de la dieta. Y tenía sentido en mi cerebrito criado en Medicina. Así que ¡qué cuernos! De algo hay que morir. Aquí estoy: sobreviviendo al primer día de dieta. Todos los productos saben a polvo. Y aparte, sólo puedo comer verdura. Con lo cual, hoy me subo por las paredes. Me he metido en los foros a ver si era normal (No, Jomeini, pasas de 2500 a 700 calorías y no es normal tener hambre...)y todo el mundo te dice que a los pocos días desaparece la sensación de hambre. Yo creo que a los pocos días estás hasta los huevos de morder el polvo literalmente y pensar en comerte otro de los productitos de marras te debe dar nauseas. O sea, queridos Jomeinistas, que si estos días se me va un poco la olla, disculpadme. No soy yo. Es la maldita hipoglucemia que se apodera de mí...