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(Foto: Web de Tusquets Editores © Daniel Mordzinski)
Leo en la última entrada del blog de Elías Moro estas palabras y me gustaría mucho no poder suscribirlas, pero reflejan tan exacta y detalladamente mi situación (y supongo que la de muchas personas) de estos últimos dos años, que no me queda más remedio que hacerlo:
«De un tiempo a esta parte, y mal que me pese, estoy expurgando mi biblioteca. La maldita falta de espacio se cobra su cuota de dolor en el proceso de elección y abandono de los volúmenes que un día fueron adquiridos con toda ilusión. O recibidos de manos de amigos que pensaron en nosotros. Pero el tiempo, ay, hace su criba en gustos y lecturas y uno no tiene más remedio que desprenderse —como de ciertos amores adolescentes— de un —me cuesta escribir la palabra lastre— equipaje rozado por la vida.»
En mi caso, a la paulatina criba escrupulosa y posterior donación a bibliotecas o regalo a los amigos, se une la imposibilidad (por razones tanto de espacio como de precio, en los últimos años la poesía ha devenido un lujo caro, y no parece* que el libro electrónico vaya a solucionarlo a corto plazo) de ir añadiendo a la biblioteca siquiera alguno de los títulos nuevos que continuamente van apareciendo, especialmente sangrante en lo que a la poesía respecta: Ashbery, Yeats, Laughlin, Plath, Hughes, Atwood, etc., por citar sólo unos pocos nombres entre los extranjeros, y por supuesto muchos de los españoles, entre ellos muchos amigos y/o conocidos, autores ellos mismos, en algunos casos, de las traducciones de los mencionados antes... Es la parte más dura, la más triste y difícil (quizá la única realmente mala) de caminar por los bordes, de llevar un tipo de vida que pocos tildarían de sensato o razonable, pero esa, (como repite Ende en "La historia interminable", otro de los descartes, por cierto) es otra historia y debe ser contada en otro lugar.
Así las cosas, uno lleva muy mal las tomaduras de pelo que —queriendo o sin quererlo, a sabiendas o no— acaban urdiendo las editoriales en torno a la ya de por sí cara poesía. Un ejemplo concreto: el año pasado, más o menos por estas fechas, salía a la venta Como la lluvia, el segundo de los dos volúmenes en que los editores (Era en México, Visor en España) habían decidido dividir la amplia producción poética de José Emilio Pacheco entre el 2000 y el 2009. El otro volumen, La edad de las tinieblas, todo él de poemas en prosa, había aparecido meses antes en la misma editorial (Visor) y colección (Palabra de honor) y al mismo precio (alrededor de 20 €). Como admirador de su obra y lector fiel del poeta mexicano desde mediados de los ochenta, en cuanto tuve oportunidad compré Como la lluvia y seguí dejando La edad de las tinieblas para mejor ocasión.
Muy poco tiempo después, sin embargo, la editorial Tusquets anunciaba la inminente publicación en España —en fechas próximas a la entrega del Cervantes— de la nueva edición de Tarde o temprano, su poesía completa, editada ya en México por Fondo de Cultura Económica, y las catas en la red no tardaron en confirmarme lo que me temía: sí, efectivamente, esa nueva edición (buen papel, tapa dura, magnífica impresión) incluía Como la lluvia y La edad de las tinieblas, los dos libros publicados sólo unos meses antes en Visor, por un precio doce euros (12 €) inferior en conjunto, y en un volumen que (todo hay que decirlo, estábamos hablando de estrecheces) ocupa en la estantería menos espacio que la suma de aquellos.
Como habrán supuesto ya, los responsables de la librería también entendieron mis razones y, pese al tiempo transcurrido (un par de meses no parecen mucho, pero sí son demasiado tratándose de un cambio o devolución o de libros), aceptaron la devolución de Como la lluvia, o mejor dicho, su cambio por esa nueva y estupenda edición de Tarde o temprano que fue (finales de junio, creo) mi última adquisición hasta el momento por lo que a libros de poesía se refiere.
*Un buen ejemplo de lo que digo podría ser Actos de habla de Jaime Siles, publicado por Plaza & Janés. Como se puede ver haciendo clic sobre el título, el libro (56 páginas) en formato tradicional cuesta 14.90 €, y en formato electrónico 11.99 €. En cuatro palabras: no-se-han-enterado. Es de esperar que el tiempo —o las escasas ventas— haga reflexionar a las editoriales sobre lo absurdo de las pretensiones que tales precios dejan entrever.
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