El afecto también ha demostrado ser directamente proporcional con su capacidad de aprender y desafiar las circunstancias de la vida. En 2004, en el II Congreso Internacional sobre el Cerebro Humano, que se celebró en Roma, ya se relacionó la falta de afecto con el estrés en bebés y el desarrollo futuro de graves problemas cerebrales. En concreto, se asoció con el desarrollo de disfunciones neuronales que en la edad adulta pueden llevar a depresión.
Aunque el estrés depende de las causas que lo origina, siempre es recomendable que el bebé se sienta atendido. Crear una rutina horaria en la que se distribuyan las horas de la comida y los tiempos de descanso, y combinar momentos en los que el niño esté acompañado con otros en los que juegue solo, ayuda a crear un ambiente familiar idóneo para el niño. Es muy importante que el ambiente familiar donde se desarrolla el pequeño sea relajado, sin discusiones ni gritos. De la misma manera, una alimentación adecuada contribuye a reducir sus niveles de estrés, no solo porque mejora el estado de ánimo y de relajación, sino porque también beneficia al sistema inmunitario. Punto aparte merece la lactancia materna, que actúa como inmunorregulador contra este tipo de malestares.
Desde | Consumer, Por NÚRIA LLAVINA RUBIO
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