El pasado sábado 26 de febrero en el Espacio ZM tuvo lugar el encuentro poético Estro no es un festival, en el que una serie de poetas y teatreros compartieron sus universos en forma de piezas breves.
La velada comenzó a ritmo de Javier Noches con sus Versos Menores, una especie de trovador moderno que recitaba con su guitarra y sus recuerdos despechados en Sí bemol. Nos hablaba de un sueño del que no quiere despertar, un viaje personal lleno de nostalgia y erotismo.
Los siguientes en dar el salto fueron Luis Sosa y Margarita Regalado. Ella recitando con contundencia su recetario/poemario sobre la meritocracia y el pueblo de Granada. Él dibujaba con su cuerpo extasiado las palabras de Margarita. El momento más poético y lleno de misterio fue cuando la poeta esbozó con su cuerpo los versos en lengua de signos al mismo tiempo que balbuceaba unos sonidos. Seguidamente aparece Jesús Pérez López dejándose la voz con Memorias en el Infierno, un poemario que revindica la memoria histórica y que nos reclama con fuerza a buscar a Lorca.
La propuesta de Lorena Ávila, Metamorf sobresalió entre todas las propuestas al ser la más teatral, la que combinaba inteligentemente diferentes medios, el texto proyectado, el cuerpo, la magistral interpretación de Gema Abad y, por último, el baile. Esta propuesta nos cuenta los cambios que sufre una persona después de terminar una relación, nos habla del duelo, de la obsesión y del amor propio a modo de diario. Este cuerpo va viajando de capullo, encerrado en sí mismo, hasta una mariposa libre que baila a ritmo de Nathy Peluso. El ritmo y la crudeza de la pieza nos recuerda por momentos a creadores contemporáneos como Angélica Liddell y Rodrigo García, pero con un toque de humor y una sinceridad muy particular que hizo que el público se reconociera y no apartase los ojos.
Carlota Berzal nos muestra su proyecto, Antonia La Chatarrera, primeramente, en su formato audiovisual con una serie de fotos y vídeos que ha ido realizando por diferentes ciudades del mundo sobre los espacios callejeros que habitan las personas sin hogar. Nos impacta ver sobre la pantalla cómo un espacio público y transitado se puede convertir en un espacio íntimo donde personas crean su hogar. Carlota Berzal pone el foco en estas imágenes que estamos acostumbrados a ver en las calles pero que no nos atrevemos a mirar de cerca. Después nos hace reflexionar con la lectura de un audio de whatsapp sobre el miedo que tienen las personas a acabar en la calle. Por último, nos presenta al personaje de Antonia la Chatarrera, un personaje lleno de óxido y de verdades. Carlota le da voz y acento a estas personas que viven en los márgenes a las que solo se les ha permitido la decadencia. Maravillosos textos que rinden homenaje a los marginados, a los inmigrantes, a las arrugas, a lo viejo, al óxido, a las estrías y a las mujeres de pata negra.
Manuela Gilabert pone punto y final al encuentro poético y nos cautiva en su Laberíntica, una pieza que ella misma cose en escena. Ella aparece mágicamente como una mezcla de butoh y de mimo que va hilvanando el espacio con cuerdas hasta dejar al público atrapado en una especie de laberinto, al mismo tiempo que nos invoca al mundo de los sueños a ritmo de mantra.
El encuentro fue un revoltijo poético de propuestas muy diferentes, pero que todas parecían sacadas de sus diarios personales, porque ahondaban en las preocupaciones sentimentales y políticas de cada creador de una manera muy íntima. Este no-festival resulta muy interesante para descubrir nuevas poéticas de creadores andaluces y para que ellos se impulsen a desarrollar estas piezas, les saquen su jugo y las conviertan en una obra de mayor formato.
Crítica de nuestra colaboradora Rosa Rodríguez.
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