En los inicios de la llamada cuarta revolución industrial, hablar de innovación social requiere tener la vista puesta en la economía digital. Se trata de un nuevo salto adelante en el paradigma económico, que concibe Internet a la vez como infraestructura y como medio de comunicación y de creación de valor.
La disrupción a que nos vemos abocados nos sitúa en un mundo digital más conectado, más ágil y más veloz, que cambia la evolución de las relaciones sociales tal como las conocíamos hasta ahora. Pasamos de un modelo empresa- consumidor (B2C) a un mercado bilateral1 o modelo entre pares (P2P), en que podemos estar comprando y vendiendo a la vez, conectados con otros usuarios a través de plataformas capaces de determinar el pulso económico de nuestras sociedades.
Como se observará, las plataformas son, en realidad, una nueva categoría de actor económico y social. Se erigen como una nueva modalidad de intermediación entre los individuos, en que la creación de valor va a depender del llamado “efecto red”, de la capacidad de generar masa crítica, de la gestión de la comunidad virtual y de saber situarse en las primeras posiciones de indexación de los buscadores de Internet. Con todo, no varía solo la forma o el contexto del modo de interacción, sino que también se produce una transformación de fondo.
En el nuevo entorno digital, las plataformas se convierten en libros de registro de capacidad ilimitada. En este contexto, damos por bueno el mantra de que los datos son el nuevo oro: saber qué hacemos, con quién lo hacemos, cuándo y por qué puede reportar unos beneficios económicos de una magnitud insospechada.
Si la información es poder, las plataformas capaces de generar inteligencia a partir de millones de millones de registros acumulados generan, a la vez, un nuevo modelo de negocio rentabilizando estos datos. Los usuarios se convierten ahora en colaboradores necesarios de las plataformas, que ya no crean valor por sí mismas sino que son valiosas en la medida que son capaces de dinamizar a los oferentes y a los demandantes, y conectar las necesidades con las respuestas a ellas.
Todos los sectores relevantes de la economía ya se ven afectados por la disrupción digital. Cuando hablamos de demanda, la inmediatez, la flexibilidad y la personalización de la relación son los requisitos de los consumidores en el nuevo espacio digital y se están convirtiendo en un mandato para las empresas y para las plataformas.
En este nuevo entorno, las start-ups emergentes serán la respuesta al desafío tecnológico y al requisito de la agilidad. Si nos referimos al mundo financiero y asegurador, estas nuevas empresas son las FinTech y las InsurTech. Si la confianza es básica para el funcionamiento social y para el crecimiento económico, ¿qué ocurre con la confianza cuando pasamos de un modelo presencial de proximidad a un modelo digital y global? Las premisas cambian y los mecanismos.
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Albert Pérez Novell