A finales del siglo XIX, la enfermera Anne McCarey llega a la residencia Clarendon, donde le encargan el cuidado de un paciente conocido como Señor X, quien se dedica a investigar varios crímenes sin moverse de su habitación.
Estudio en negro se diferencia y destaca entre otras novelas del género (misterio, aventuras...) gracias al buen hacer de su autor, capaz de conseguir con una buena redacción y una historia sólida, que, sin serlo, parezca algo distinto.
Ya desde el título (la primera aventura del detective se titula Estudio en escarlata) se hace evidente el homenaje a las novelas de Arthur Conan Doyle protagonizadas por Sherlock Holmes, cuyas características se replican en el misterioso Señor X con mayor o menor sutileza, algunas más evidentes que otras, como la capacidad deductiva, el uso de estimulantes, tocar el violín o los chicos de la calle como ayudantes. Este juego metaliterario, bastante logrado e interesante, tiene, además, parte importante en la investigación.
La narración en primera persona se reserva esta vez a Anne, a modo de Watson, cuyo relato subjetivo, hecho a posteriori, contribuye a crear y mantener varios misterios menores, algunos más fáciles de deducir que otros, uno o dos incluso tan evidentes que resulta raro que la protagonista no se dé cuenta de lo que pasa.
En cualquier caso, y a diferencia de otras novelas actuales, en Estudio en negro, aunque se intenta distraer de lo que realmente pasa, no hay engaños como tales: el autor da pistas y posibilidades para que se deduzca todo lo que pasa, incluso bastante antes de que lo hagan los protagonistas, algo de agradecer en una época en la que, muchas veces, la sorpresa parece la única meta en la resolución de una novela.
Aun así, en el tramo final, cuando ya parece todo resuelto, y explicado en detalle por el Señor X a su enfermera, hay dos o tres concesiones al muy de moda intento de que no se pueda averiguar todo lo que sucede antes de que se cuente, con giros más o menos sorpresivos, alguno más pertinente que otro, que alargan la historia de forma a veces un tanto artificiosa.
El resto de los personajes, vistos siempre desde el punto de vista de Anne, como el personal del sanatorio, intérpretes de obras teatrales, los niños, el Señor X o el propio Doyle, aun sin presentar rasgos de gran originalidad, están lo bastante desarrollados como para que importe lo que les pueda suceder, en especial a varios de ellos.
Durante la investigación de los crímenes, además del homenaje a Sherlock Holmes se perciben, en el tratamiento del teatro, características similares a las de otras obras del autor ( Clara y la penumbra, ...), lo que le resta parte del componente novedoso, aunque permite identificar algunas claves del mundo interior de Somoza, de lo que le interesa.
En resumen, Estudio en negro es una novela bien escrita y planificada, en la que destaca un sentido y eficaz homenaje a Sherlock Holmes y una resolución que aclara todos los enigmas (detallada y tópica confesión incluida) . Si bien no aporta nada nuevo al género del misterio, es una lectura agradable, que mantiene el interés por continuar leyendo hasta conocer la conclusión. Además es la primera entrega (autoconclusiva) de una trilogía.
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