Revista Cine
Estudio Michael Haneke (10):"El tiempo del lobo" (o, ven y salta conmigo a la hoguera de los Justos)
Publicado el 06 febrero 2010 por Crowley"Días de lanza y espadas, se raja el escudo.
Días de tormento y lobos, se hunde el mundo.
No habrá hombre en el mundo que a otro respete"
(Poema Islandés del siglo XI)
"Le temps du loup" (según la mitología nórdica los lobos devorarán el sol y la luna antes del colapso definitivo) podría haber sido una grandísima película, oscura, deprimente, reveladora, con momentos en la oscuridad de auténtico terror, una de las mejores en cuanto a temática apocalíptica se refiere, si se me permite la osadía. Tenía todos los ingredientes a su favor, un buen planteamiento, un muy buen plantel de actores, un grandísimo director, una maravillosa fotografía... lástima que la historia se pierda a partir de la segunda mitad de metraje, porque la primera parte es asombrosa, por caminos que no debería haber frecuentado, condenando a la película a que se vea ignorada por gran parte de los espectadores y dejando como resultado final un producto notable que nos deja un regusto a fallido porque podría haber sido sobresaliente.
Todos tenemos el convencimiento, en mayor o en menor grado, o al menos lo hemos pensado alguna vez a lo largo de nuestra existencia, que cualquier día nos vamos a ir a dormir y vamos a despertar en un mundo destrozado porque a algún loco líder mundial le ha dado por apretar el botón de su arsenal nuclear (o químico, o bacteriológico, o vaya usted a saber qué). Todos sabemos, ahora, lo frágiles e indefensos que somos, y deberíamos ir pensando que nuestra bonita vida burguesa (los que tienen o tenemos la suerte de tenerla) puede acabar cualquier día y entonces ni nuestras joyas, ni nuestros libros, ni nuestras pertenencias tendrán el valor que ahora les otorgamos, salvo para comerciar con ellas y cambiarlas por comida. Y entonces, ¿cómo nos enfrentaríamos a esta nueva situación?, ¿podríamos conservar nuestros valores en estas condiciones?, ¿qué haríamos para sobrevivir y proteger a los nuestros?. A este respecto, el de saber cómo reaccionaríamos en determinadas situaciones, les recomiendo la película "Das experiment" de Oliver Hirschbielgel, que refleja perfectamente cómo varía nuestro carácter dependiendo del poder que tengamos o lo desesperados que nos encontremos.
Hasta la fatídica fecha del 11/9, casi todas las películas en las que se trataba el tema del apocalipsis de la civilización, se mostraba más interés por enfatizar los acontecimientos globales (con todo lujo de detalles infográficos) que las desgracias personales e individuales; pero desde ese trágico día, nuestra concepción del peligro cambió drásticamente y nos dimos cuenta de lo frágiles que somos y lo indefensos que estamos en todo momento del día o de la noche (porque no lo olviden, amigos míos, mientras ustedes duermen, la otra mitad del planeta está viva y campa a sus anchas por el mundo para hacer lo que les plazca). Casi hemos pasado de una Ciencia-Ficción global a una introvertida y del alma.
Hay dos ideas del colapso de la civilización, una de una película (sacada de un libro) y otra de un libro (que también se cita en esa película) que me han atraído desde siempre. En el primero de los casos, es el "Proyecto Mayhem" al que se hace mención en "El club de la lucha", impresionante película de cabecera para mi y adaptación de la exitosa novela de Chuck Palahniuk. El Proyecto en cuestión tiene como meta llevar a la humanidad (que se ha descarriado y ha olvidado de dónde procede) a sus remotos orígenes, a un mundo sin sistema financiero y sin tecnología (algo que Haneke muestra aquí). A la tribu primigenia. A los albores de la civilización.
Y el otro concepto, que también se cita en la película de Fincher, pertenece a la obra literaria de J. G. Ballard, un francotirador de las letras que entiende nuestro nuevo milenio como nadie lo ha hecho, adelantándose en el tiempo a sus contemporáneos. Debería bastarnos con leer el siguiente párrafo suyo para hacernos una idea de lo que nos quiere decir y hacia dónde nos conducirán nuestros pasos:
"Un mundo extraño, involucionado hasta los estadios más primitivos del desarrollo humano y tecnológico, una comunidad igualitaria cuyo hábitat serán las selvas primordiales, nuestro cerebro reptil"
Haneke comienza la película con fuerza y brusquedad, golpeándonos nada más empezar con unas imágenes que nos traen reminiscencias de "Funny Games". Retoma aquí el concepto de familia que ya estudiara en el film mencionado o en "El séptimo continente" y lo usa para hacernos más cercana la historia y el terror, para que nos sintamos identificados con unos protagonistas desvalidos en todo momento y abandonados a su suerte. La familia se supone que es el pilar que lo sustenta todo y si se derrumba, como aquí sucede, todo se tambalea y nada parece tener sentido. Recordemos que al comienzo, una familia se dirige a una casa en el bosque, para encontrarse con que está ocupada por unos extraños que no les dejan entrar. Ante la insistencia de sus verdaderos dueños, los ocupantes disparan al marido, matándolo, y dejando a la esposa y a sus dos hijos (un niño y una niña) solos, destrozados, desamparados y sin víveres.
Como en toda la filmografía de Haneke, el personaje del adolescente simboliza el efecto del terror. Los jóvenes de Haneke son personas descolocadas, desubicadas en el mundo del caos absurdo en el que viven y no terminan de comprender. Es por eso que al final, el joven Ben se despoja de sus vestimentas, y en la oscuridad de la noche alumbrada escuetamente por una fogata, pretende autoinmolarse para conseguir la salvación (como los jóvenes de "El señor de las moscas" danzaban alrededor del fuego purificador en la playa nocturna). En las personas que se encuentran desvalidas o desesperadas, se suele dar un fenómeno curioso, que no es otro que el de buscar consuelo de algo o alguien superior, una ayuda divina que les libre de su pesar o, en su defecto, que se lo haga más llevadero. Todo esto no es consecuencia sino de la debilidad del ser humano y su continuo miedo a todo cuanto le rodea, no comprende o le supera. En este caso, ese misticismo se da en los "Justos", una serie de personas que se lanzan desnudos a la llamas para conseguir la salvación del mundo. En esta mitología fílmica hay dos variantes de la historia, en una, si los Justos (que son 36) mueren, no habrá salvación posible y la humanidad estará irremediablemente perdida; en la otra versión, si mueren, la salvación llegará. Una duda que nos queda es si el niño es un Justo o no, y si lo es, nos intriga saber por qué quiere lanzarse a las llamas, si es por conseguir la salvación o si es por condenar a una humanidad y hacer que el fin llegue antes para todos.
Uno de los aciertos que tiene para mi la historia, este ensayo mordaz sobre el comportamiento del individuo en el grupo, es que no sabemos qué ha ocurrido (ni cuándo) para llegar a esa situación en la que se encuentran los protagonistas(aunque parece que el planeta está sumido en un invierno-nuclear). A Haneke, que no da pistas sobre ello en ningún momento, le interesa muy poco, por no decir nada, las causas que han llevado a la humanidad a ese estado de supervivencia; no, a él únicamente le mueve analizar nuestro comportamiento, de miedo y egoísmo, en esas situaciones extremas, mostrarnos hasta dónde podemos llegar para aferrarnos a la vida, aunque esta sea miserable y sin esperanza (y me pregunto yo, ¿merece la pena asirse tanto a esa (mala)vida si ya no tenemos nada por lo que luchar?), o para defender a los nuestros. Haneke nos enseña el fin de nuestra era hiperindustrializada sin luz ni energía, de nuestra frágil sociedad occidental tal y como la conocemos y para ello se mantiene fiel a su estilo realista, olvidándose de la explotada vía de la ciencia-ficción apocalíptica (algo de lo que también se han olvidado, por suerte, producciones que están por llegar como "The Road", que tiene muchos puntos en común con la película de Haneke, o "The book of Eli", aunque esta última en menor medida).
Si en otros trabajos de Haneke hemos alabado la ambientación y la fotografía, en este caso se nos acaban los elogios para calificarlo. De la puesta en escena cabe destacar el contraste entre la presencia del fuego y la oscuridad de la noche. Desde tiempos inmemoriales, las tribus más arcaicas se han reunido y congregado todas las noches alrededor de fogatas con las que calentar su cuerpo y su alma; y cuando el purificador fuego desaparece, nos quedamos sumidos en la más absoluta y terrorífica de las oscuridades, como ciegos en un mundo que no comprenden. Además, para ambientar ese aire decadente y apocalíptico, Haneke huye de ciudades brutalmente derruidas (que yo he de confesar que he echado en falta estas imágenes de urbes arrasadas como en los castigos divinos, que me maravillan y encogen el alma por igual, como esas primeras instantáneas del París de "La Jetee") y en lo que sí que acierta es no vestir a sus personajes como bárbaros futuristas, un vestuario que aquí no concordaría con lo expuesto en el film, dotándolo todo de una realidad encomiable que desgarra nuestra percepción y que hace honor al subtitulo que con el que se promocionó la película, "el apocalipsis sin ciencia-ficción" (nuevamente Haneke hace una película de género sin ser de género).
En esta incómoda película, el mal que uno lleva dentro, su lado oscuro, se propaga como un virus invisible que contagia y contamina el corazón de todo el mundo (pero no al estilo de la rabia y "28 días después", no se vayan ustedes a imaginar cosas que no son) como . Es por ello que, para librarse de amenzas de extraños, los protagonistas se refugian con un grupo de supervivientes que, como las tribus de la Israel Bíblica, deambulan en perpetua diáspora y peregrinación por su desierto particular en busca de nuevos parajes donde poder asentarse y comenzar una nueva vida, protegiéndose unos a otros. Hay algo muy curioso en este film, algo que no podíamos esperar y que en un principio nos parece hasta extraño en Haneke, y no es otra cosa que dotar a algunos de sus protagonistas de cierto aire de compañerismo y solidaridad, estado de concordia que se da en un grupo determinado de personas que deciden convivir juntos en una nueva comunidad. Pero no nos engañemos, Haneke no quiere decirnos que el hombre sea solidario y bueno con sus semejantes por su naturaleza, no, lo que pasa es que se da ese espíritu de concordia y bienestar tan solo por interés y egoísmo propio y porque se necesitan los unos a los otros para subsistir y conseguir alimentos a costa de cualquier "precio" (Recordemos las palabras de Hobbes sobre la humanidad: “las sociedades humanas se levantan exclusivamente sobre el egoísmo, la violencia y el miedo, rematado todo ello con una buena dosis de engaño”).
Me van a permitir que les confiese en este punto que me ha recordado, además de a la película de Fincher y a las novelas de Ballard, al libro "Ensayo sobre la ceguera" de Saramago. Libro recomendabilísimo en el que ante la debastación, prevalece la ley del más fuerte. Y si en el escritor la ceguera es física, en Haneke la ceguera es del alma, pero en ambos casos nos lleva a comportarnos como bestias salvajes insensibles y egoístas que no tienen en cuenta los derechos de sus semejantes.
Es esta una historia sobre nuestra personalidad malvada y sobre le fracaso de la humanidad como especie, un fracaso que nos ha llevado al Apocalipsis. Un film sobre el horror que es algunas veces vivir, vida que para algunos es más una tortura que una alegría y la paradoja que se da entre la resignación y la lucha. Ninguno sabemos, aunque podamos elucubrar sobre ello, como serán nuestros últimos días en el planeta y cual será la causa de la extinción de nuestra raza (aunque es claro que será una auto-extinción) y que nos veamos condenados a morir como bárbaros mendigos y salvajes... Aunque, ¿no somos ya moribundos que están muertos en vida?.
"El hombre es un lobo para el hombre"
Hobbes