Revista Viajes

Estupa de Swayambunath

Por Lucy @momentosexquisi
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Las mejores vistas panorámicas de Katmandú se tienen desde esta estupa (y esta fue la primera que vi en el viaje). Llegar hasta ahí requiere forzosamente de un vehículo. El recorrido es a través de un camino parcialmente pavimentado cuesta arriba.
Al llegar, miles de banderitas de colores con mantras reciben a lo largo y ancho del lugar, llamado también el Templo de los Monos por los cientos de estos animales que viven ahí. El impacto visual no deja a nadie indiferente. Perros y monos conviven no sólo entre ellos, sino también con los visitantes de la manera más cordial (¿como perros y gatos? ¿Habrá un dicho que diga "tan felices como perros y changos"?). Fascinante.
Colores vivísimos, calma, incienso y humedad nos recibieron en el que, para mí, representó el primer gran contraste de creencias. Una vez más compruebo que al ir a otro país lo primero de lo que hay que despojarse es de prejuicios y chovinismo y lo primero que hay que llevar es respeto. Cada lugar, cada país, ofrece al mundo algo que ningún otro lo hace y por eso el planeta es tan interesante. 
Una fuente con un Buda doradísimo al centro flanquea los escalones que hay que subir para llegar a la Estupa de Swayambunath. Krisna, el guía, nos dijo que había que lanzar una moneda al Buda para pedir un deseo. Si la moneda entraba en un pequeño cazo a sus pies, el deseo es concedido. Hice lo propio. La moneda no cayó...
Al subir, más monos y más perros van y vienen. También artesanos vendiendo sus productos. Al llegar, la gran estupa parece recibir con los brazos abiertos. Todo arriba asemeja una fiesta popular, con colores, olores, comida, gente.
Después de dar un recorrido por toda la plataforma, entrar a los templos budistas (donde no es obligatorio quitarse los zapatos) y disfrutar la grandiosa vista del Valle de Katmandú, la sensación que me queda al final es de que las manifestaciones de fe son similares en las religiones que conozco: se quiere alagar a ese ser supremo, deidad, ídolo o líder con lo más preciado que se tiene, por ejemplo, el tiempo para rezar, la comida que más gusta, olores exóticos, devoción...
Y así, llena de ilusión por seguir descubriendo y encantada por lo recién visto, agradecí a mi ser supremo el poder estar ahí.

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