Al abrir los ojos vio la pequeña luz rojiza de la brasa del cigarrillo que prácticamente se había consumido, y como un hilillo de humo formaba espirales ascendentes entre la oscuridad mezclándose con el vaho. No debían haber pasado más de 5 minutos, y el agua ya estaba tibia pero su piel seguía caliente.
A pesar de la débil luz que proporcionaba la vela, pudo ver la silueta de su cuerpo entre los restos de la espuma. Con sus manos acarició el interior de sus muslos y las yemas de sus dedos se deslizaron por su piel, hasta que ambas manos se encontraron provocando que un escalofrío volviese a recorrer su cuerpo. Fue en ese instante cuando se percató de su presencia, allí escondida entre el vapor de agua y el brillo de los pequeños azulejos. Se quedó observándola, le sonrió y con una sonrisa cómplice le dijo ¿Estuvo bien verdad?