Revista Salud y Bienestar
Entró con su gorra ladeada, arrastrando unos pantalones que parecían andar sobrados de kilos, o qúizá sólo de tallas.
-. Buenas tardes... Dígame... ¿En qué puedo ayudarle?
Resultaba curioso verle gesticular. Al hablar me señalaba constantemente con el dedo, en una amplia variedad de aspavientos...
-. ... Es que el otro día, yendo al trabajo, me cayó una chupita guapa de agua... El caso es que me quedé tieso y desde entonces estoy con mazo de frío... o mazo calor... ¡No mola!... Mis hermanos me dicen: "`¿De qué vas, tronco?... Quítate el abrigo!"... Y yo les digo: "¡Pero qué va tío!, hace un viruge!"...
Al verme un tanto sorprendido, añadió un:
-. ¿Me copias?
Mientras le auscultaba temí que acabasen cayendosele los pantalones, por cuanto podían verse unos calzonzillos que, al estar excesivamente alzados, parecían tener cuello de cisne... Su espalda lucía cubierta de tatuajes multicolores, al igual que sus antebrazos...
Deduje que debió entender mis instrucciones cuando escuché un "Dabuten", en el momento de entregarle las recetas. Al terminar la consulta, tras pedirme un "papel pal curro", me dijo reconocido:
-. ¡Muchas gracias, colega!
Por lo que es posible, lo deduzco de su despedida y desde la parte más jocosa de mis pensamientos, que también fuese médico, allá de dónde viniese...