Revista Diario

Et enfin moi. De mis aventuras en coche

Por Bergeronnette @martikasprez
Tengo carnet de conducir desde el año 2008. Tardé en sacarlo por varios motivos. El primero, en Zaragoza no me hacía falta, allí es todo plano, siempre me ha gustado caminar, y todo está relativamente cerca. El segundo, tengo respeto al coche, por no decir miedo. Yo controlo lo que hago, pero no puedo controlar lo que hacen los conductores de al lado, de delante y de detrás. Cuando vine a Tenerife, aunque vivía bastante lejos del centro, siempre he intentado llegar en guagua a los sitios, a pie dependiendo de los lugares, o con chófer si era necesario y posible. Recuerdo las caminatas que me hacía desde mi casa hasta el trabajo, o a casa de mi marinovio. Y las veces que he tenido que pedirle a éste que me alcanzara a las clases que daba en los institutos de Santa Cruz. Pero como no soy de pedir favores, y parece que en esta isla si no tienes coche, no tienes status, terminé en la autoescuela. Tardé un montón en presentarme por motivos de salud, y cuando lo  hice, aprobé perfectamente el teórico, y suspendí el práctico. Y eso que aparqué en un sitio mínimo, y casi imposible. Pero... Circulé demasiado deprisa por una vía de 40. (como todos los que iban por esa vía) A la segunda, aparqué fatal, pero fuí a ritmo de tortuga y en junio de 2008 pude lucir mi carnet rosa con una foto horrible, que me enviaron a Zaragoza. (y eso que ya estaba empadronada aquí) Puestos en antecedentes, comienzo mi pequeña historia.
El domingo, día de lluvia, por la tarde, circulaba con mis dos hermosas Genovevas en el coche por la carretera que une Santa Cruz con La Laguna, para ir a casa de mis padres. La carretera es de dos carriles de subida y dos de bajada, con unas hermosas rotondas cada pocos metros. Yo iba tranquila, a menos de 40 y por el carril de la derecha, cuando llegué a una rotonda y tras previo miramiento a los espejos seguí adelante, entrando en la misma carretera por el segundo carril. Menudo sacrilegio, debió pensar la chica del coche de detrás, que iba acelerada, pero todavía a muchos metros de mi coche. Me insultó (o estaba mascando chicle como un verdadero rumiante) e hizo gestos que ví por el espejo retrovisor. A lo que contesté, alzando los hombros, y diciendo a mis hijas, que menudas locas hay por la calle.
Seguía mi camino, cuando dos o tres rotondas más adelante, (si ponéis en google maps carretera santa cruz/la laguna, veréis que hay mil y una, y sólo se hicieron para gastar los dineros de la UE, vamos, me juego lo que queráis), seguía por el carril de la izquierda (recordad que entré por la segunda salida), aminoré la velocidad, miré por los espejos y entré en la glorieta. Estaba a punto de salir, otra vez por la segunda salida, ya que no había ningún coche cerca, ni ninguno que viera con intermitente cuando...
La loca de la rotonda de atrás, me dió el hachazo, o entorpecimiento brusco, colocando su coche -que iba por la vía de la derechoa- como si fuera a seguir por la rotonda. Frené, y menos mal que mis reflejos y frenos abs del coche no fallaron, porque me quedé a un centrímetro escaso de empotrarme contra su coche. Comenzó a gritarme. Bajé la ventanilla para escucharla. Me dijo que estaba loca, que estaba conduciendo como una loca, que parecía mentira que llevando niños fuera así y que bla, bla, bla... Yo, realmente no pude soltar baza. Estaba tan tranquila, que me quedé en blanco, y menos mal, porque cuando me enfado, tengo muy mala baba. Yo estaba tan segura que lo estaba haciendo bien, que sólo la dejé que siguiera hablando, gritando, preocupada más por los coches que se iban quedando detrás que de escucharla. Al final, ni siquiera rodeó la rotonda, sino que siguió adelante por la misma carretera que yo, y si hubiera tenido un radar, os aseguro que iba a más de 60. Cuando se fue, el conductor de una furgoneta que estaba detrás de la gilipollas boba esa, y que había visto toda la maniobra, me dijo que no me preocupara, que mandara a tomar por culo a la chica esa, que yo estaba respetando las señales y bla, bla, bla. Le di las gracias y continuamos. Danièle me preguntó que había pasado, que porqué me gritaba la señora, sólo le dije que estaba nerviosa y que no sabía conducir.
Muchas veces me quejo de los conductores que van a 20 kilómetros por hora en vías de 40, o de los que no utilizan los intermitentes porque piensan que se van a gastar... Pero en ese momento sólo pensé en que si hubiera pasado algo, no tenía el móvil a mano para llamar a mis amigos, mi marinovio o la policía. No pude ni articular palabra. Yo sé que tenía razón en mi conducción, que lo estaba haciendo bien y que iba relativamente despacio. También reconozco que suelo ir más deprisa y que soy impaciente, pero iba con mis chicas, y con la vida de mis hijas no se juega, ni yo, ni nadie.

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