Algunos políticos y comentaristas califican de “electoralista” el proyecto de ilegalizar a Batasuna propuesto por el Gobierno y el PSOE.
Electoralismo: los diccionarios lo definen como el “uso de razones puramente electorales en la política de un partido”.
Pero la propuesta no es de un partido, sino de dos oponentes, que suman ocho de cada diez electores, incluidos los vascos: los representantes de una inmensa mayoría de los ciudadanos, por tanto, aprueban la ilegalización de ese movimiento nacional y socialista.
En los primeros 1930 muchos españoles pedían también la ilegalización de los “señoritos” fascistas que le prepararon la guerra a Franco, y en la Alemania de los primeros 1920, cuando los nacional y socialistas tenían solo 8.000 militantes, la izquierda, los judíos y demás víctimas de sus “chicos de la gasolina”, pedían infructuosamente su ilegalización.
En 1932, gracias a la labor de los matones nazis lograron casi 14 millones de votos, el 37,3 por ciento del electorado. Luego, se vio para que usaron sus derechos ciudadanos las “bestias pardas” que provocaron una guerra con 60 millones de muertos.
Batasuna tiene 200.000 votantes, de los que casi 30.000 son “bestias pardas” dispuestos a asesinar.
Desde el día 2 se vio en el Casco Viejo de San Sebastián como bastantes de ellos, beodos y drogados, brindaban por la muerte por la guardia civil del escolta de una concejala, provocada por una trágica confusión.
“Ya querríamos rematarlo”, vomitaban a gritos y risotadas ante muchos testigos.
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