La España musulmana escribió uno de los episodios más brillantes en la historia intelectual de la Europa de la Edad Media. Desde mediados del siglo VIII hasta comienzos del XIII, los árabes dominaron el mundo con su civilización y fueron los protagonistas indiscutibles de la historia. Ellos recogieron el conocimiento legado por los autores clásicos grecorromanos, lo ampliaron y enriquecieron con contribuciones propias, y lo transmitieron a la Europa cristiana del Renacimiento. En todo este proceso, España tuvo una importante participación como promotora y transmisora.
Ante el oscurantismo crónico en que estaban sumidos, los territorios cristianos se rindieron a la supremacía científica y cultural del Islam y adquirir los conocimientos de las fuentes árabes.
Tras la caída del Imperio romano y las invasiones bárbaras, la única institución que dirigió la sociedad fue la Iglesia católica. La ciencia de la Europa cristiana estaba reunida en los monasterios, siendo el clero la clase culta, y no la realeza y aristocracia.
En contraposición a este panorama intelectual del Cristianismo en la Edad Media, el Islam, que irrumpió en la historia en el siglo VII, tenía en su poder todo el amplio conocimiento antiguo. La importancia de la ciencia árabe radicaba en haber sido el eslabón intermedio e imprescindible en la cadena que unía la ciencia clásica, fundamentalmente la griega, con la ciencia de la Europa de los siglos XV, XVI y XVII.
Este proceso se desarrolló en tres etapas principales:
1. etapa de traducción (750 - 850)
2. etapa de producción (850 - s.XII)
3. etapa de transmisión (s.XII - s.XIII)
ETAPA DE TRADUCCIÓN
A mediados del siglo VIII el islam ya se extiende desde el mediterráneo hasta China, es la época en la que el pueblo árabe comenzó a asimilar las culturas de los pueblos que iba sometiendo, sentando las bases del esplendor que caracterizó al primer periodo de la dinastía Abbasí (750-1000). En oriente, el contacto con las civilizaciones bizantina y persa le permitió adquirir el legado de las antiguas culturas.
En el siglo IX, se inició el desarrollo de la educación y la práctica médicas en el Islam, pues fue cuando se produjo un notable ascenso en la fundación de instituciones de carácter público y privado, como escuelas, hospitales y bibliotecas, que contribuyeron al avance y el auge de la educación médica entre los árabes. Fue el momento culminante de todo un proceso evolutivo que había comenzado casi un siglo y medio antes, con la llegada al poder de los abasíes. Los califas de esta dinastía se rodearon de intelectuales y patrocinaron la empresa de transmitir los legados literarios y científicos de las civilizaciones antiguas: Grecia, India, Persia y Egipto.
De esta manera, fueron vertidos al árabe los escritos más importantes del siríaco, persa, sánscrito, nabateo, copto y, sobre todo, griego, es decir, las obras de Ptolomeo, Hipócrates, Hermes, Trimegisto, galeno, Dioscórides, Aristóteles y Platón, entre otros muchos, la mayoría de las cuales están perdidos en su original y se han conocido gracias a su traducción árabe.
Respecto a la filosofía y las ciencias (matemáticas, astronomía, astrología, alquimia, medicina, farmacología, alquimia, medicina, farmacopea, etc.), la influencia más acusada se debió a la cultura helénica.
Edessa, el principal centro de los sirios cristianos, Harran, Antioquía, Alejandría y los diversos enclaves de Siria y Mesopotamia: todas estas ciudades sirvieron como centros de irradiación de los estímulos helenísticos. En un principio los árabes no sabían griego. Fueron, por tanto, los nestorianos cristianos de Siria los que tradujeron primeramente del griego al siríaco y, después, del siríaco al árabe, convirtiéndose en el primer punto de encuentro entre el Helenismo y el Islam a través del siríaco.
El apogeo de la influencia griega hay que buscarlo bajo el califa Al-Ma´mun, quien en el año 830 fundó en Bagdad su famosa Baut al Hikma (Casa de la Sabiduría), una mezcla de biblioteca, academia y centro de traducción.
Uno de los traductores pioneros del griego fue Ibn Al-Bitriq (800), a quien se le atribuye la versión al árabe de las mejores obras de Hipócrates y galeno, así como el Quadripartium de Ptolomeo.
Otros traductores importantes fueron Ibn Masawayh (857) y su discípulo Hunayn ibn Ishaq (808-873), conocido en la tradición latina como Johannitius. Éste último y sus colaboradores tradujeron, entre otras muchas obras, una gran parte del corpus hipocrático, los libros de Galeno, los escritos y compilaciones de Oribasios, los siete libros de pablo de Egina; el Corpus Hermeticum de Hermes Trimegisto, que recoge el conocimiento médico del Egipto helenizado rescatado por la cultura bizantina y expresado a través de unas creencias sanadoras relacionadas con la magia, la astrología y la alquimia, la República de Platón, y las Categorías, la Física y la Magna Moralia de Aristóteles, etc. Además, en botánica Johannitius revisó las traducciones árabes de los cinco tratados de la Materia Médica de Dioscórides, que habían sido realizadas por Istifan ibn Basil: este libro fue estudiado por los alumnos de medicina y farmacia de entonces y fue de consulta imprescindible por parte de los autores árabes posteriores, siendo la base de la rica farmacopea árabe medieval.
Los herboristas y médicos árabes investigaron sobre esta forme base, añadieron observaciones personales sobre drogas y remedios y ampliaron las investigaciones farmacológicas.
Paralelamente a este grupo de traductores nestorianos, especialmente representados por Joahannitius, se encontraba otro, el de los sabeos de Harran, entre los cuales destaca Thabit ibn Qurrah (901), que estaban interesados fundamentalmente en la astronomía y las matemáticas y a cuyo fundador Yusuf ibn Matar se le atribuye haber hecho la primera traducción de los Elementos de Euclides y una de las primeras del Almagesto de Ptolomeo.
Todo este saber adquirido a través de las traducciones en el siglo IX pronto llegó a al-Ándalus, gracias al contacto cultural a través de los viajes recíprocos de los intelectuales, una costumbre muy usual y arraigada entre los árabes de entonces. Otros factores que colaboraron en la rápida difusión del conocimiento científico y favorecieron el apogeo del panorama bibliográfico e intelectual en todos los confines del mundo islámico fueron el auge de la industria del papel manufacturado, de invención china, que facilitó la producción literaria, y el avance en el arte de escribir y de copiar los libros y los tratados en el Islam.
ETAPA DE PRODUCCIÓN
La etapa de traducción fue seguida por otra actividad creativa o de producción propia de los árabes, que se podría situar aproximadamente entre mediados del siglo IX y fines del siglo XII, aunque hay algunos autores más tempranos o más tardíos también muy importantes.
Los árabes asimilaron el antiguo saber de India y Persia, así como la herencia clásica de Grecia, y lo adoptaron a sus propias necesidades y vías de pensamiento. Ellos, por tanto, recibieron toda la herencia antigua y la enriquecieron con sus inigualables tareas, contribuciones y hallazgos.
En cuanto a la medicina, ésta era básicamente una medicina hipocrática y galénica con ciertas influencias egipcias e hindúes, y tenía algunos aspectos comunes con la cristiana como, por ejemplo, el abandono de los estudios anatómicos, el desinterés por la cirugía y el apego a la cauterización. Pero ya en el siglo IX se combatía la charlatanería, se propiciaba una formación del médico, se estimulaba la observación, se fomentaba la salud pública y se abogaba por un control central de la medicina.
La medicina islámica poseía por sus raíces religiosas un profundo sentido de compasión fraternal por el enfermo, que adquirió carácter profesional formal en sus primeros escritos médicos al recoger la tradición hipocrática. La patología estaba basada en la doctrina griega de los humores, según la actual la enfermedad es considerada como un desequilibrio en cualquiera de los cuatro elementos de la naturaleza, es decir, lo frío, lo seco, lo húmedo y lo caliente. Como factores etiológicos se aceptaban las alteraciones en las seis cosas no naturales de Galeno, esto es, aire y ambiente, comida y bebida, sueño y vigilia, trabajo y descanso, ingesta y excreta y movimientos del ánimo, así como también el alimento y la bebida. Por otra parte la dieta ocupaba un lugar decisivo tanto como causa de enfermedad como factor terapéutico. La terapéutica constaba de las tres ramas galénicas tradicionales: la dietética, que era la base del tratamiento y que se entendía como la regulación total del género de vida; la farmacología; y la cirugía, que estaba muy poco desarrollada. Se le daba mucha importancia a la dieta y a la higiene, y se avanzó sobremanera en el campo de la materia médica, con el uso de los remedios simples y compuestos, dando lugar a la prestigiosa farmacopea árabe medieval. La dietética iba dirigida a evitar la enfermedad mediante normas muy sencillas para los enfermos, que trataban de regular las seis cosas no naturales del galenismo. También eran importantes la luz, el aire, el agua, la situación geográfica y el clima, así como mantener el ritmo del trabajo y el descanso, del sueño y la vigilia, la higiene, la actividad sexual equilibrada, los estados de ánimo y los afectos del alma, pues la enfermedad mental y la dolencia espiritual estaban atendidas y consideradas al mismo nivel que la corporal, y eran motivo de preocupación científica.
Por otra parte, en España los estudios astronómicos se cultivaron asiduamente después de la 2ª mitad del siglo X y fueron vistos con especial interés por los gobernantes de Córdoba, Sevilla y Toledo. Siguiendo a Abu Ma´shar de Bagdad, muchos astrónomos andalusíes creían en la influencia astral como la causa de los sucesos acaecidos desde el nacimiento hasta su muerte. El estudio de esta influencia astral hizo que la astrología contribuyera al estudio de la astronomía.
Los astrónomos árabes hispanos contaban con las obras astronómicas y astrológicas precedentes de sus colegas de Oriente. Ellos reprodujeron el sistema aristotélico y con el nombre de Aristóteles combatieron la representación ptolomeica de los movimientos celestes. Entre los astrónomos, destacan Al-Mayriti (¿-1007) de Córdoba, Al-Zarqali (¿-1087) de Toledo, Ibn Aflah (siglo XII) de Sevilla, y Al-Bitruyi (¿-1204).
Los factores que determinan y explican el alto nivel de la ciencia árabe, en general, y de la medicina, en particular, durante la Edad Media fueron tres:
1. la transmisión del saber antiguo, en especial el griego, por medio de las traducciones.
2. la propia contribución científica de grandes pensadores árabes o que compusieron en árabe, debida en gran parte al conocimiento adquirido a través de las obras antiguas traducidas.
3. la fundación de organismos públicos y privados a través de los cuales se canalizaba este complejo abanico de ideas y en los que estudiantes recibían la educación teórica y la práctica necesarias para llegar a ser expertos médicos.
La instrucción de la medicina árabe se llevó a cabo por medio de tres tipos de escuelas o modelos de enseñanza:
1. A través de las escuelas médicas públicas conectadas a los hospitales y provistas de todas las instalaciones y materiales precisos para su funcionamiento y para la educación teórica y práctica de los alumnos: bibliotecas, boticas, salas de lectura y de almacenamiento, salas de preparación de medicamentos, etc. En España, el documento más antiguo sobre un hospital árabe es la inscripción fundacional del hospital de Granada en el siglo XIV, aunque se piensa que tuvo que haber otros anteriores de similares características.
2. A través de las escuelas médicas privadas dirigidas por eminentes médicos a cuyas lecturas acudían estudiantes de todas partes atraídos por su fama. Por ejemplo, en Al-Ándalus, Al-Mayriti dirigió una de estas escuelas médicas y, al parecer, también Al-Zahrawi.
3. A través de la enseñanza médica privada e individualizada, según el cual un aprendiz se ponía bajo las órdenes de un maestro del que recibía educación médica, tanto teórica como práctica. El tutor solía ser de la misma familia, dando lugar a linajes de médicos muy conocidos, como por ejemplo los Zuhr, en Al-Ándalus.ETAPA DE TRANSMISIÓN A EUROPA
La tercera y última de esta cadena comenzó hacia finales del siglo XI y se extendió a lo largo de los siglos XII y XIII, cuando todo este cúmulo de saber greco-árabe pasó a Europa, gracias a las traducciones que de las obras de estos (y otros muchos) autores árabes, o que compusieron en árabe, se hicieron al latín en África del norte, Sicilia y, sobre todo, España, en la famosa Escuela de Traductores de Toledo, imponiéndose en Occidente hasta los siglos XVI y XVII. La influencia árabe se ejerció también a través del comercio del Mediterráneo, especialmente en las ciudades italianas, y por el contacto entre Occidente y el mundo árabe en las Cruzadas en los siglos XI, XII y XIII.
El iniciador de este significativo movimiento de adquisición por parte de Occidente de la ciencia de los árabes, a través de su traducción al latín, fue Constantino el Africano (siglo XI), que perteneció a la legendaria escuela médica de Salerno y que tradujo la parte teórica del Libro real de Al-Mayusi con el título de Liber regius.
En segundo lugar en el tiempo, hay que destacar la figura de Gerardo de Cremona(siglo XII), que tradujo al latín una enorme cantidad de obras árabes muy importantes, algunas de las cuales ya han sido citadas anteriormente.
En tercer lugar en la cronología, destaca la aportación de Faray ibn Salim, según la tradición latina Fararius y Faragut, un judío siciliano que tradujo en 1279 el Continens de Al-Razi.
Gracias a Constantino, Gerardo de Cremona y Faray ibn Salim, la Europa medieval conoció la medicina árabe. Allí estaban amalgamadas las tres principales tradiciones médicas: la musulmana, la judía y la cristiana.
En este proceso de transmisión del conocimiento árabe en Occidente, Toledo, que mantuvo su posición después de la conquista cristiana en 1085 como un destacado centro de conocimiento islámico, actuó como el eslabón principal. Allí, por iniciativa del arzobispo Raimundo I se fundó en el siglo XII una escuela de traducción, la famosa Escuela de Traductores de Toledo, donde florecieron varias generaciones de traductores, desde aproximadamente 1135 hasta 1284, y donde, atraídos por su prestigio, acudieron sabios y doctos procedentes de diversas partes de Europa, incluidas las islas Británicas, a las que pertenecían Michael Scot, y Robert de Chester. Este último hizo en 1145 la primera traducción del álgebra de Al-Khwarizmi. Fue también en Toledo donde se estableció la primera Escuela Europea de Estudios Orientales en 1250 por la Orden de los Predicadores.
El nombre de Adelardo de Bath, que visitó España y Sicilia en esta época, fue uno de los más grandes de la ciencia inglesa antes de Roger Bacon. Tras su paso por Siria y Sicilia, vertió al latín en 1126 las tablas astronómicas de Al-Mayriti. También tradujo varios tratados astronómicos y matemáticos, y se convirtió en el primer arabista inglés.
En el siglo XIII, el escocés Michael Scot, estudió y trabajó en España antes de llegar a ser astrólogo de la Corte de Federico II en Sicilia. En Toledo tradujo, entre otros, los trabajos de astronomía de Al-Bitruyi y De coelo et mundo de Aristóteles. En Sicilia tradujo otros libros árabes, que él dedicó a Federico, el más importante de los cuales es la versión de Avicena sobre la zoología de Aristóteles.
Sin embargo, el traductor más prolífico de la Escuela de Toledo fue el ya muy citado Gerardo de Cremona, que tradujo al latín, además de las aludidas con anterioridad, la versión de Al-Fargani de Almagesto de Ptolomeo, el comentario de Al-Farabi sobre Aristóteles, los Elementos de Euclides y varios tratados de Aristóteles, Hipócrates y galeno; en total 71 obras árabes.
Los judíos, tanto los ortodoxos como los conversos, jugaron un papel relevante en esta labor de traducción al latín. Uno de los más representativos fue Abraham ben Ezra de Toledo (siglo XII) que vertió del árabe el comentario de Al-Biruni sobre las tablas de Al-Khwarizmi. También habría que destacar a su contemporáneo Juan de Sevilla, que tradujo obras de aritmética, astronomía, astrología, medicina y filosofía de Al-Fargani, Abu Ma´shar, Al-Kindi, Ibn Gabirol y Al-Gazzali, de las cuales la más importante fue la astronomía de Al-Fargani.
Así, a fines del siglo XIII, la ciencia y la filosofía árabes ya han sido transmitidas a Europa y la labor de España fue de intermediaria. Este cúmulo de saber pasó desde Toledo a la Provenza a través de los Pirineos; de allí traspasó los Alpes hasta Lorena, Alemania y Europa central, llegando has Inglaterra.
En esta tercera etapa, en virtud a las traducciones hechas del árabe al latín, tiene lugar la primera entrada a las lenguas europeas de términos técnicos y científicos árabes. Ejemplos en español: julepe, arrope, soda, alcohol, sirope, alambique, antimonio, atutía, cero, álgebra y muchos nombres de estrellas, etc., son de etimología árabe y testifican el rico legado del Islam en la Europa cristiana.