Pocos aparatos causan la curiosidad en todas las generaciones, y sobre todo en niños, como una vieja máquina de escribir. Resulta imposible dejar de manipular sus viejas teclas, su rodillo, su palanca e intentar escribir aunque sea algunos garabatos en el papel, mientras escuchamos el clásico clac, clac.
Sin dudas superadas por las modernas computadoras con sus respectivas impresoras, veamos cual es la historia de estos aparatos:
El primer intento, que se cree fallido, data de Inglaterra en el siglo18, en el siguiente, en 1829 fue un inventor de Detroit, EEUU su impulsor; pero la aparición de la Remington en 1873, patentada por Cristopher Scholes y fabricada en Ilion, Nueva York la que le dio el impulso definitivo. Más tarde en 1925 apareció la primera máquina eléctrica, pero fue el modelo Selectric de IBM lanzado al público hace 50 años el que revolucionó la escritura a máquina, ya que permitía a un mecanógrafo bien entrenado con su característica “pelota de golf” imprimir hasta 90 palabras por minuto.
En abril de este año se cerró un ciclo: en Bombay, República de la India, bajó la persiana Godrej an Boyce, la última fábrica del sector. Según el diario británico Daily Mail, hasta hace no mucho, las máquinas de escribir eran muy corrientes en India, pero tras el abaratamiento de precios, la población dio el salto masivo a las computadoras.
En lo personal, atesoro dos viejas máquinas: una Remington, modelo Rapid Riter de fabricación argentina y una imponente Olivetti modelo Lexicon 80 enviada a mi abuelo desde Italia en los años 50, que cuenta como componente llamativo un timbre que avisa el momento de terminación del renglón, además de una pequeña llave para seleccionar entre 2 colores…
Un delicioso artículo de La Nación de Buenos Aires del pasado 13 de junio nos relata acerca de los “sobrevivientes” en el uso de este aparato.
El polémico escritor, articulista, diplomático y ex funcionario Abel Posse dice que cuida "con mucho cariño" las dos máquinas que tiene: una Continental, alemana, de 1917, que su mujer pintó de amarillo, y una Underwood, de 1930 y de EEUU, pintada de rojo. Cada una pesa unos 10 kilos, y dice haberlas comprado por monedas cuando estuvo como embajador en Praga, República Checa.
"Como escribo literatura no tengo apuro; ya me acostumbré a la máquina y me encanta su música", declara Posse, que tuvo su primer acercamiento con esta tecnología a los 19 años. Otra personalidad del mundo literario que las utiliza es el filósofo, ensayista y traductor Santiago Kovadloff, quien afirma que tiene un técnico para las dos máquinas de escribir que atesora en su departamento. "El las revisa y acondiciona cada tres meses, es un artesano", comentó Kovadloff.
Una muy curiosa y llamativa innovación nació de la cabeza de Jack Zylkin, un ingeniero electrónico estadounidense que inventó un dispositivo que conecta cualquier máquina de escribir a una tableta iPad o a un monitor de computadora: se escribe en la máquina y se lee en la pantalla. El invento, llamado USBTypeWriter, se vende en Internet.
FERNANDO LAROCCA
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Agosto 2011