Esto es eterno, decimos cada tres por cuatro, por ejemplo vemos una obra de teatro, de cine de novela o de cualquier otra manifestación.Queremos decir en realidad que no nos gusta, que no la aprobamos, en definitivamente que nos aburre soberanamente.
Soberanamente es lo que nos está ocurriendo hoy día, cuando no es una manifestación de algún ministro que no mide adecuadamente sus palabras, o cuando cualquier adlátere que jalea cualquier afirmación que sale de la incomparable boca del político de turno, que quiere aprovechar para hacerse notar.
No digamos cuando en sus respectivos partidos políticos ponen las máquinas internas a tope para ponerse a caldo unos a otros, para ver quien mantiene el sillón que ocupan o hacen carrera para llegar a un puesto importante, por ejemplo al parlamento europeo.
Pues bien, todas esas sucesivas actuaciones, se me plantean en mi mente como si fueran eternas, es cuando repaso cuántas veces han conseguido que dijera para mis adentros 'esto es eterno'.
La eternidad se convierte así, automáticamente en una carga en nuestras vidas, cuando persisten en restregarnos que 'ellos' son imprescindibles en nuestras vidas.
Entones es cuando entiendo perfectamente lo que significa eternidad. Casi matemáticamente podemos asociarlo con ese símbolo de un 'ocho tumbado', como si nunca fuera a terminar nuestro suplicio.
Sigamos esperando entonces una eternidad.
